DEMNA GVASALIA
LA DÉCADA DE LA DISRUPCIÓN
(ISSUE, FASHION)

La moda, acostumbrada a la imposición de estéticas idílicas, casi irreales e inaccesibles para la mayoría, fue tomada por sorpresa en 2015 con la llegada de Demna Gvasalia como director creativo de Balenciaga. Aunque ya gozaba de cierto reconocimiento por su proyecto insignia, Vetements —fundado en 2013 junto a su hermano Guram, con quien se convirtió en referencia de un discurso alternativo a la estética predominante—, aún no se vislumbraba el impacto que tendría en la siguiente década, ni la forma en que cambiaría para siempre el rumbo de la industria.

Una de las grandes particularidades, y razón de su éxito como diseñador, radica en su historia de vida y en cómo la convirtió en inspiración creativa. Nacido en Georgia en 1981, Demna creció en un ambiente político volátil e incierto, marcado por guerras y movimientos separatistas que fragmentaron a su familia y lo llevaron a una vida nómada, hasta encontrar refugio en Alemania. Esa turbulencia, lejos de convertirse en un obstáculo, se transformó en motor creativo. Tras su paso por el prestigioso departamento de moda de la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, desarrolló un discurso propio que, con la honestidad de pocos, llevó a las pasarelas de lujo una estética realista y austera, con guiños a la baja cultura y a la estética urbana soviética de su infancia. A lo largo de su dirección en Balenciaga, Demna incorporó narrativas, siluetas y conceptos que cuestionaban la esencia misma de la moda. Replanteó la idea del lujo al poner la mirada en piezas consideradas mundanas, transformando la estética canónica con siluetas relajadas y oversized; referenció la ropa de trabajo con un enfoque funcional; aplicó tratamientos textiles que proyectaban desgaste; y eliminó la ornamentación excesiva como crítica social. Lo sintetizó en una máxima: “Down to earth is the new black”.

Su aguda sensibilidad y profundo entendimiento del zeitgeist lo consolidaron como líder indiscutible de la moda contemporánea.

Cada diseño, desde accesorios hasta prendas y estilismos, se convertía no solo en tendencia viral, sino también en éxito comercial: las ventas de Balenciaga pasaron de 350 millones de dólares en 2015 a 2 mil millones en 2022. Bajo su dirección, la marca regresó al calendario de Alta Costura después de 53 años.

Contrario a lo que algunos creen, Gvasalia no renunció a la herencia de Cristóbal Balenciaga. Revolucionó la identidad de la casa, acercándola a nuevas audiencias con un equilibrio preciso: incorporó innovación y tecnología sin perder los códigos originales de experimentación con siluetas, volúmenes y líneas simples. Solo los trasladó a otro tipo de prendas, propias de un mundo donde la calle y la cultura popular marcan el pulso creativo.

Su autenticidad lo convirtió, hasta su última colección en la firma, en uno de los diseñadores más influyentes de la historia de la moda. Sus propuestas fueron replicadas tanto sutil como descaradamente por marcas de todos los niveles, del mainstream al lujo más exclusivo. Popularizó los chunky o dad sneakers con los Triple S, la silueta efecto calcetín con los Speed, y realizó colaboraciones icónicas con Crocs, DHL y Adidas. También dejó huella con bolsos como Cagole y Bazar. El 13 de marzo se anunció su salida de Balenciaga, cerrando una de las eras más revolucionarias de la moda, que el CEO de la marca, Cédric Charbit, describió como un “fenómeno cultural”.

Ese mismo día se confirmó su llegada a la dirección creativa de Gucci, un reto que implica reconfigurar el ADN de la casa italiana con su sello irreverente e innovador. Ahora, en Milán, Demna inicia un nuevo capítulo al frente de la marca italiana con mayores ingresos en el mundo, y todo apunta a que impregnará su característico —y siempre sorprendente— espíritu disruptivo

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