Existen historias que nos acompañan a lo largo de todo proceso de transformación interior, ya sea como un eco afilado, un resplandor de luz en el fondo de la tierra húmeda o el tintineo de una gota suspendida sobre el follaje. En el corazón de Zoë Bleu, esas historias laten vivas y se entrelazan con las raíces de lo que hoy constituye la magia de su arte y su expresión performática. Con una trayectoria profundamente enraizada en lo ancestral, Zoë Bleu explora el movimiento —terrenal y humano— a través de impulsos creativos tejidos en lo místico de su esencia.
Creciste rodeada de arte. ¿Cómo fue tomando forma tu mundo interior? ¿De qué manera se reveló la creatividad como una presencia? ¿Fue suave, caótica, ancestral?
Mi imaginación se reveló desde muy pequeña, en algo que se sentía casi como una experiencia religiosa. Empecé a hacer arte en la infancia, sobre todo a través de mi relación con la naturaleza, y lo abordaba siempre con profunda devoción. Incluso en mis primeros años, según cuentan mis padres, ya era extraordinariamente espiritual en mi conexión con el arte, con mi cuerpo y con el mundo natural.
Solía levantar altares con piedras, pintaba mi cuerpo desnudo y hasta realizaba pinturas como ofrendas para las piedras (sí, pinturas para las piedras—ja, ja, ja). Recogía hierbas y flores del jardín y las colocaba en pequeños platos de porcelana que eran para mis muñecas, pero que yo destinaba a mis rituales: banquetes diminutos para insectos, plantas y hadas. Inventaba canciones en idiomas ficticios mientras creaba con cualquier tesoro que encontrara, envolviéndome en telas de la casa— sábanas, pañuelos de mi madre—. Usaba sus collares como coronas y el pañuelo de mi padre —su durag para jugar básquet en la YMCA— para adornarme, y pasaba horas rezando en el jardín, tarareando hasta ver colores danzar en mi mente. Después corría a pintar o dibujar esos colores que aparecían juntos en mi cabeza.
Tal vez para los demás resultaba extraño, pero como mis padres también eran artistas, simplemente me dejaban ser. Nunca me avergonzaron; al contrario, me animaban a seguir explorando.
Creo absolutamente en las vidas pasadas y siempre he tenido recuerdos que se sienten como ecos de existencias que no pertenecen a este mundo. Esos recuerdos han marcado estos comportamientos. Sospecho que en otra vida fui alguien profundamente espiritual —quizá una druida— y que eso despertó en mí estas expresiones instintivas y rituales de creatividad desde muy pequeña. Nadie me enseñó a hacerlo; simplemente brotaba de mí. Y todavía lo hace.
¿Ves tus disciplinas artísticas y performativas como voces distintas de un mismo espíritu, o cada una tiene su propia alma y su propia sombra?
La esencia que reconozco en cada uno de mis medios se siente como distintos colores de un mismo espectro de luz interior. Son matices distintos, pero todos provienen de la misma fuente… como un arcoíris del alma, quizá. Sé que suena cursi, pero es la única forma que encuentro para describirlo.
Ese arcoíris también incluye la sombra: los tonos oscuros, sobre todo cuando el ego y la experiencia humana logran un equilibrio en relación con el alma. A veces, esos colores claros y oscuros se mezclan y crean tonalidades completamente nuevas. Es como combinar frascos de pigmento y verterlos en distintas aguas: esas aguas son mis medios creativos, ya sea la actuación, la poesía, el guión, el diseño de moda o cualquier otro. En esencia se sienten similares, pero pueden lucir muy diferentes dependiendo de mi estado emocional, espiritual o mental en ese momento. Estos colores también juegan a las sillas musicales: intercambian lugares, cambian de rol. Siempre es algo fluido.
Tu nuevo proyecto poético recorre paisajes íntimos de sentimiento, percepción y transformación. ¿De qué maneras la escritura te permite descubrir partes de ti que otras formas no han alcanzado?
La escritura me devuelve todo lo que he vivido. Es la forma en que registro cómo proceso el amor, el dolor, la pérdida, la vergüenza… todo. He escrito mucho sobre el desamor y el trauma. Lo que más me gusta del proceso es que, aunque a menudo empiezo desde un lugar de tristeza, me sorprendo encontrando la luz al final de cada historia. El amor es el tema al que regreso una y otra vez—sea romántico o sea amor propio.
Recientemente, al terminar mi libro, me di cuenta de que el amor que había buscado todo este tiempo era el propio. Creo que escribir es como enviar cartas de amor a las distintas versiones de mí misma a lo largo del tiempo.
Leer mis poemas antiguos es como escuchar ecos en túneles temporales, como leer los anillos de un árbol. Si miras de cerca, puedes ver dónde hubo terremotos y dónde hubo calma. Mis diarios son así: un electrocardiograma con letras, la historia de mi corazón.
No puedo señalar un momento específico, pero sé que siempre me comunico con algo—o alguien—más allá de mí. Tal vez sea mi yo superior. A veces me pregunto si he sido guiada por algo más angelical o incluso por alguna suerte de criatura en los periodos más oscuros. Sea lo que sea, soy muy sensible a las presencias energéticas
Muchas veces he sentido que me entregaban pequeños obsequios: palabras o imágenes que sé que no provenían de mí; simplemente aparecían, como un huevo dejado en mi regazo… y yo lo consumía crudo—a veces, incluso es posible saborear la yema, oler la cáscara calcárea de las imágenes.
¿Puedes describir un momento en que crear algo haya sido como entrar en comunión con algo más allá de ti? ¿Cómo fue cruzar ese umbral?
Cruzar ese umbral es como ser bañada por la luz o entrar en una niebla donde algo te toma de la mano y te ciega, obligándote a mirar hacia dentro para encontrar dirección.
Sí. Películas como La Belle et la Bête, The Red Shoes y A Woman Under the Influence dejaron una huella profunda en mí de niña—especialmente A Woman Under the Influence.
Leer a Anaïs Nin, Sylvia Plath y Anne Sexton en la preparatoria me arrasó por completo. Más tarde, descubrí a Dalí, Leonora Carrington, Dorothea Tanning, Leonor Fini y Remedios Varo, que pusieron mi mundo de cabeza.
¿Hay referencias en libros, películas, música u otras artes que hayan moldeado tu sentido de asombro y que te mostraran que el alma puede ser salvaje, femenina y herida al mismo tiempo?
Absolutamente. Todo lo que hago es ritual. Cada mañana rezo para abrirme a lo que quiera surgir desde el silencio. Una de mis oraciones favoritas, que me ayuda a “abrir las puertas”, es del escritor irlandés John O’Donohue:
¿Consideras que tu vida creativa es una especie de ritual? Si es así, ¿qué le ofreces y qué te exige a cambio? ¿Dónde habita esa vulnerabilidad?
I arise today, in the name of silence, womb of the word.
In the name of stillness, home of belonging.
In the name of the solitude of the soul and the Earth.
I arise today blessed by all things—
Wings of breath, delight of eyes, wonder of whisper, intimacy of touch,
Urgency of thought, miracle of health, embrace of God.
May I live this day compassionate of heart, clear in word,
Gracious in awareness, courageous in thought, generous in love,
Powerful in presence, radiant in beauty, magnetic in magic, full of creativity,
Protected by angels always…
And so it is.
En tu opinión, ¿cuál es el papel de la quietud o el silencio en el acto creativo? ¿El asombro llega a través de la ausencia o de la intensidad?
Para mí, el asombro llega a través de la quietud. Es ahí donde lo ausente tiene la oportunidad de redimirse. La quietud invita a que los fantasmas de la memoria y la imaginación bailen en el salón de mi cuerpo.
Cuando estoy sola, puedo reflexionar sobre el pasado, soñar el futuro y verme claramente en los espejos que otros me han tendido. Con ese conocimiento, recojo ramas—recuerdos, sueños, sentimientos—para construir mi propia casa de juegos en el mundo.
Muchas almas sensibles hablan de un “llamado”. ¿Cómo suena tu llamado hoy? ¿Es fuerte o es un susurro?
Mi llamado se siente como un susurro en el viento. No alcanzo a distinguir las palabras, pero percibo un tono, una música, un aroma. Es como una caja de música que se abre detrás de los cristales de la realidad.
Cuando lo escucho o percibo el perfume del cambio, me muevo hacia él sin saber a dónde me llevará. Estoy aprendiendo a confiar en que vale la pena seguirlo, contra toda lógica.
La ópera, la animación y la danza me llaman. La ópera y la animación son nuevas para mí, pero la danza es una relación antigua que abandoné en la niñez y a la que quiero volver.
Actualmente, trabajo en una ópera que utiliza el lenguaje corporal y la música para contar historias de mis sueños y de mi vida personal. Mezclar estos medios—crear mundos en cine que encarnen las criaturas que he desenterrado en mí— se siente esencial en estos momentos.
Mientras avanzas con tu poesía, tu diseño, tu performance y otras creaciones, ¿hacia qué desconocidos sientes que te atrae explorar? ¿Hay misterios que se sientan especialmente vivos para ti en este momento?
Quiero ir más profundo en las cuevas de mi interior. Quiero trabajar con empeño, permanecer honesta y usar los materiales que he encontrado en esos lugares internos para construir un faro. Ojalá ese faro algún día ayude a otras personas a hacer lo mismo.
Necesitamos más luz, más arte, más amor, más compasión. Y creo que encontramos la luz y el amor cuando superamos el miedo y el dolor, cuando lo usamos como combustible para nuestro fuego primordial. No conoceremos la paz hasta encontrarla dentro de nosotros mismos.
Todo empieza cuando cada ser humano se ama a sí mismo de manera radical— alquimizando su dolor en algo poderoso y luminoso. Cuanta más luz creamos, menos espacio hay para la oscuridad. Así comienza: una persona convirtiéndose en luz, aprendiendo a encarnarla y encontrando maneras de compartirla. Yo he sido guiada e inspirada por otras personas que han hecho esto— y espero seguir el efecto dominó en todo lo que pueda.