HILDA PALAFOX
EL IMPULSO DE LA SOMBRA, LA INTUICIÓN DE LA MEMORIA
(ISSUE)
Figura 2 (Danza nocturna), 2025

Entre pigmentos, trazos y materiales de la tierra que guardan ecos históricos, Hilda Palafox construye un lenguaje propio en el que cada obra se convierte en símbolo de su experiencia, suspendida entre el presente y las huellas de la memoria. Bajo su concepción del mundo, nos integramos en una conversación que fluye como el diálogo entre colores y formas en su trabajo, abriendo la posibilidad de entender su universo creativo.

¿Cómo ha sido tu trayectoria como artista? ¿Podrías hablarnos de tus inspiraciones y de los conceptos que guían tu práctica? ¿Cuál es tu proceso creativo y tu relación con el material?

Mi trayectoria comenzó en el diseño y evolucionó de forma orgánica hacia las artes visuales. Pasé por la ilustración y el muralismo hasta encontrarme en la pintura, la escultura y el textil. Mi obra explora temas relacionados con la condición humana, la subjetividad femenina, la identidad, la naturaleza y el tiempo, desde una mirada íntima y poética. Trabajo de manera intuitiva, combinando observación con una fuerte conexión sensorial hacia los materiales, valorando su carga simbólica y dejándolos dialogar con el proceso creativo.

¿Qué experiencia sensible en tu camino te despierta para fundir el sentimiento del espíritu en una obra de arte? ¿Qué memorias o intuiciones te han conducido a encontrar en el arte tu vía expresiva?

Para mí, hacer arte no ha sido una elección: es la forma en la que funciono, la manera en que puedo habitar el mundo. Usar las manos para dar forma a un imaginario personal no es un gesto accesorio, sino imprescindible; es mi modo más claro, y a veces el único, de comunicar lo que no puede decirse de otra manera. A lo largo de mi recorrido, ciertas experiencias sensibles han marcado ese impulso creador: la contemplación silenciosa de la naturaleza, el paso del tiempo en el cuerpo, las preguntas sobre la identidad y la condición de ser mujer. Más que memorias concretas, han sido intuiciones persistentes las que me han llevado a encontrar en el arte no solo un lenguaje, sino un refugio y una forma de estar.

Tu obra parece resonar con una dimensión extensa y horizontal, así como profunda y abierta a la posibilidad. ¿Qué ideas o fuerzas orbitan tu práctica? ¿Qué lugar ocupa lo simbólico y lo invisible en tu manera de crear?

Me gusta pensar que mi práctica transita de lo personal e íntimo hacia lo colectivo. Parte de una necesidad de observar, conectar y dar espacio a lo que a menudo no encuentra lugar. Me interesa que la obra mantenga apertura: que sea un territorio donde quepa la posibilidad, donde la lectura no esté fijada y pueda ser habitada por otras experiencias. En ese sentido, crear también implica soltar el control, permitir que lo simbólico y lo no dicho emerjan y encuentren forma. Lo invisible, lo intuitivo, lo que no siempre se nombra, ocupa un lugar central en mi manera de crear

En tu obra escultórica has explorado medios como la piedra, el barro y los pigmentos, todos con una carga ancestral. ¿Cómo dialogas con esa memoria orgánica que habita en ellos? ¿Sientes que el material te guía durante el proceso? ¿Tienes alguna relación especial con algún medio que te ayude a articular mejor tus inquietudes interiores?

Mi aproximación a la escultura ha sido, hasta ahora, principalmente a través de la cerámica. El barro es un material con el que siento una conexión profunda; trabajar con él implica entrar en un diálogo constante, donde materia y cuerpo dependen del tiempo, la temperatura y otros elementos que no siempre puedo controlar. Esa incertidumbre lo vuelve vivo. Me interesa la alquimia de sus acabados y esmaltes, su memoria ancestral, su capacidad de transformación y su cercanía con la tierra. A través del modelado, los relieves y las formas orgánicas, el barro me permite explorar lo interior desde lo táctil, como si el material, poco a poco, revelara lo que necesita decir. Recientemente comencé a trabajar con piedra, un medio que apenas descubro, pero que ya me muestra otras formas de escucha y de lentitud.

Rostros, expresiones y cuerpos protagonizan las piezas de la exhibición A una palma de distancia, presentada en Proyectos Monclova. ¿Qué paisajes interiores te impulsaron a darles forma? ¿De qué emoción o silencio nacieron?

Este cuerpo de obra nace de una reflexión profunda sobre el contacto humano: esa necesidad física, emocional, intelectual y espiritual que habita en todos nosotros. Me interesa cómo, en medio de una vida cada vez más mediada por pantallas y ritmos acelerados, ese contacto esencial parece diluirse, volverse casi fantasmal. Las piezas emergen de un paisaje interior donde conviven la nostalgia, el deseo y una cierta melancolía por lo no dicho, por lo que no alcanza a tocarse. Son formas nacidas del anhelo por la proximidad. En ellas, los cuerpos se vuelven umbrales: espacios que invitan a preguntarnos cuánto estamos realmente cerca.

Figura 6 (Tres Mujeres), 2025

En ese intercambio entre el cuerpo que crea y la materia que resiste, hay algo que se transforma. ¿Cómo atraviesas las imperfecciones o accidentes que emergen? ¿Son parte del lenguaje o fragmentos que prefieres esconder?

Considero las imperfecciones y los accidentes como elementos esenciales de cada obra. Son interrupciones inesperadas que, aunque a veces generan tensión, abren posibilidades y me invitan a soltar el control para explorar otros caminos. Con el tiempo aprendí a no verlos como errores, sino como parte del lenguaje de la pieza. Son huellas del proceso, gestos que revelan la negociación entre cuerpo y materia. En vez de esconderlos, los integro y dejo que hablen por sí mismos.

La memoria es un valor esencial de la identidad. ¿Qué tanto dejas que la sombra del recuerdo impregne tu mano durante el proceso creativo? ¿Qué lugar ocupa esa oscuridad en tu gesto?

La memoria es esencial en mi proceso. No la concibo como algo estático o nostálgico, sino como un elemento vivo que se entrelaza con mi presente. Mi obra es, en muchos sentidos, una proyección directa de esa memoria: fragmentos de experiencias, emociones y gestos que resurgen y se transforman en imagen. En mi gesto creativo, la sombra es un impulso, una guía silenciosa que me ayuda a encontrar lo que aún no sé nombrar, pero sé que existe.

Durante la creación de una pieza, ¿descubres aspectos de tu universo interno?

Totalmente. Me sucede todo el tiempo. Es un vaivén constante entre emociones antiguas y nuevas, una especie de oleaje interno que me atraviesa mientras creo. Quizá eso es lo que más disfruto de este camino: la posibilidad de descubrirme a través del proceso.

La dimensión espiritual parece permear tu obra sin necesidad de ser nombrada. ¿Cómo se entreteje ese tránsito interior con la evolución de tus piezas?

Lo espiritual es una conexión profunda conmigo misma, con lo que me rodea y con algo más amplio que no siempre sé cómo definir, pero que se siente. Esa dimensión aparece en el silencio del taller, en la repetición de un gesto, en el diálogo con los materiales… Me acompaña sin imponerse y atraviesa la obra desde adentro.

En un presente donde el arte a veces se dispersa entre excesos de forma o discurso, ¿qué deseo persiste en ti al crear?

Mantenerme honesta. No hacer desde la inercia ni desde lo que ya sé que “funciona”, sino desde un lugar auténtico y presente, donde cada obra sea una búsqueda real. Crear me ha permitido abrir espacios de sensibilidad, escucha y observación. Para mí, cada pieza es una manera de mirar el presente con atención y de imaginar otras formas posibles de habitarlo.

Disociación, 2024
Un instante en el tiempo, 2024
Read previous article
Read next article