Amomoxtli
Un refugio sagrado en el corazón de Tepoztlán
(WELLNESS)

Tepoztlán es mi refugio del alma, ese lugar donde el tiempo se diluye entre montañas sagradas y el corazón encuentra descanso.

Ahí, donde el aire huele a tierra antigua y las respuestas llegan en forma de susurros del viento, la montaña me abraza como una madre sabia y generosa.

A tan solo una hora y media de la ciudad, he hallado un santuario de paz, un rincón que no solo me invita a desconectarme del ruido, sino a reconectar con lo más profundo de mí.

Allí, entre valles, leyendas y caminos empedrados, encontré a Amomoxtli,
un santuario oculto entre árboles milenarios y el eco sereno de la historia.

 

Desde el primer instante, supe que algo especial estaba por suceder. Al llegar, una hilera de árboles me recibió con una presencia silenciosa pero profunda. Me guiaron suavemente hacia una casona antigua, envuelta en bugambilias y aromas terrosos. Esa casa, majestuosa y cálida, se convirtió en mi hogar por dos noches, regalándome un descanso que no sabía cuánto necesitaba.

La vista desde cualquier rincón de Amomoxtli es un regalo a la contemplación. Las montañas se alzan imponentes, cubiertas de una neblina sutil que parece danzar al ritmo del viento. No son solo paisajes; son guardianas. Sus formas inspiran respeto, paz, introspección. Es imposible no sentir que uno forma parte de algo más grande, algo ancestral.

Cada espacio del hotel, desde sus habitaciones hasta los jardines, desde el restaurante hasta la alberca, está impregnado de una profunda esencia mexicana, que no es forzada ni decorativa, sino auténtica, viva. Los muebles, hechos por artesanos locales, cuentan historias con sus formas y texturas. Los colores, los textiles, las fragancias… todo honra nuestras raíces y tradiciones con una elegancia silenciosa.

La alberca, con una de las vistas más hermosas que he presenciado, se convierte en un lugar sagrado para descansar la mirada. Sumergirse ahí es dejar que el agua acaricie no solo la piel, sino también los pensamientos. Desde ese punto, el horizonte se abre entre las montañas, los árboles frutales y el murmullo de los ahuehuetes antiguos que resguardan este espacio como sabios silenciosos.

Y si hay algo que hace imperdible la estancia en Amomoxtli, es su universo de bienestar holístico.

Además del spa y el temazcal, experiencias que van mucho más allá del cuerpo físico, se ofrecen clases de yoga que invitan a despertar el cuerpo con suavidad y a habitar el presente desde la respiración. Son prácticas en conexión directa con la naturaleza, bajo la guía de maestros que acompañan desde el respeto y la intención.

 

El temazcal, guiado por Bruno, es profundamente poderoso: una ceremonia donde se unen el pasado y el presente en un diálogo íntimo con la tierra. Dentro de este temazcal de piedra, rodeado del vapor sagrado y los cantos que resuenan en cada rincón, recibí una limpieza energética que me invitó a mirar hacia adentro, a reconciliar el corazón con la mente, a soltar y renacer. Es una experiencia que deja huella.

El spa también ofrece tratamientos como el masaje a cuatro manos acompañado de sound healing, donde vibraciones armónicas y toques sincronizados crean un espacio de sanación profunda. Todo está diseñado para reconectar con lo esencial.

Y las experiencias culturales no se detienen ahí. Durante la estancia, descubrí que Amomoxtli ofrece un hermoso taller de instrumentos prehispánicos, donde puedes explorar el poder del sonido como medio de conexión espiritual. Escuchar los tambores, caracoles, ocarinas y flautas antiguas resonar entre los árboles es algo que toca el alma. Es una invitación a recordar quiénes fuimos y a conectar con la vibración más profunda de nuestras raíces.

La atención al detalle en Amomoxtli es una caricia diaria. Cada mañana, al despertar, nos esperaba una canasta de mimbre con té caliente y pan del pueblo. Ese gesto sencillo, lleno de intención, nos invitaba a abrir los ojos con calma, a respirar el aire puro de un nuevo día, a estar presentes.

Tuve la fortuna de estar en Amomoxtli durante la cena del 15 de septiembre, una fecha que inevitablemente nos invita a volver la mirada hacia nuestras tradiciones. Antes de la cena, la Serenísima Tepozteca ofreció un concierto que envolvió el ambiente con su energía, creando un respiro del ritmo citadino y conectándonos con la esencia más profunda de la cultura mexicana.

La cena se celebró en Mesa de Origen, el restaurante de Amomoxtli, donde la cocina ancestral y contemporánea se entrelazan con sensibilidad. Con la visión de los chefs Edher Cervantes e Iván Quiroz, cada platillo nace desde la raíz y convierte a los ingredientes locales en protagonistas de una experiencia que conecta con la tierra y la memoria del paladar mexicano.

Amomoxtli no es solo un hotel: es un hogar para el alma.

Un espacio para escuchar el silencio, para reconectar con la tierra, con nuestras memorias y con lo más profundo de uno mismo. Aquí, entre cactáceas, cantos de aves, cielos estrellados y rituales que sanan, la calma se convierte en una compañera fiel.

Como susurra la leyenda: hace siglos, las montañas ya guardaban secretos… y hoy, generosamente, nos permiten habitarlos por un instante.

 

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