Ante las vísperas de un nuevo año
el aire enerva un soplo de voz
las hojas se mueven a pasos de miel recayendo en este invierno
se desprenden las gracias de un camino recorrido
y un sendero por descubrir se asoma con cada blanco llover.
Las memorias se pintan de antiguo a lo lejos
y el calor del presente acoge el corazón
el hogar de una intuición habita un velo transparente
de frente se presta una fortuna por venir
Este último momento nos inspira un gesto para agradecer la presencia de quienes han guiado las puntadas de nuestro tejido.
Del espíritu más atento y cariñoso nace una forma muy hogareña para festejarse. Esta lista es un reflejo de esa mente que piensa en todo, que brilla por su ingenio y generosidad. Esas almas que reaniman cualquier mal paso merecen ser agradecidas con objetos que habitan recuerdos.
Caminando por el sendero del asombro viene un espíritu presente. Frente a un espejo se coloca. Respira hondo y planta sus raíces a la tierra. Desde el amor más profundo por la vida, esta alma se detiene para observarse, del blanco cielo al suelo que la sostiene. Se cuida y procura su pureza. En ella se transforma y agradece un regalo que reviva este ritual.
La memoria y la experiencia son grandes muestras de vulnerabilidad, porque cuando quien mira también escucha, en sabiduría torna su voluntad. Para aquella esencia que tatúa cualquier viva piel con su simple paso, se agradece a obsequios de fuerte nombre, transmitiendo eternas palabras e infinitos silencios.
Para un espíritu cuyo futuro sea fundar un bosque de literatura, criando raíces, nutriéndose de la lluvia encapsulada en una huella de caballo. Caen las gracias como las flores del romero y las hojas doradas de los árboles. Cantan los helechos en el viento y el tiempo deja tan solo un suspiro, un intrépido silencio desde el cual nace la caricia de la palabra. Para ellxs van los vuelos del regalo.