El color y la música:
Una experiencia sinestésica
(CULTURE)
Impresión, sol naciente de Claude Monet, 1872

¿Qué vemos cuando escuchamos una canción? La mayoría de nosotros nos transportamos a un cuadro, una imagen, un sentimiento que nos puede llegar a reproducir alguna vivencia de nuestras vidas, o deseos. Pero se habla poco de la capacidad de ver colores al percibir una melodía, y quiero profundizar en esto a través de los cimientos de la historia de estos procesos.

Según la Real Academia Española de la Lengua, el término sinestesia procede del griego syn, unión y aísthesis, sensación; es decir, refiere la experiencia simbólica de la unidad de los sentidos o sinestesia. Desde el punto de vista médico, esta es una muy rara condición, en la que la estimulación de una modalidad sensorial es acompañada de la percepción en otra u otras modalidades. Es decir, se desdibujan las fronteras entre los sentidos de la vista, el oído, olfato, gusto y tacto, pues estos se hallan conectados y mezclados. De este modo, un sinestésico tiene la habilidad de escuchar sonidos al contemplar un cuadro, relacionar colores con los números o letras, o al escuchar música. Cabe mencionar que este fenómeno neurofisiológico es aún investigado y analizado por expertos en la materia.

Ahora, ¿cómo se corresponde esta condición con el sonido y los colores? El sonido, de acuerdo a la mencionada academia de la lengua, es la sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos, transmitido por un medio elástico como el aire. En el caso de los sinestésicos, estos reportan la visión de coloraciones al hecho de oír, o imaginar los sonidos de una melodía, y son capaces de apreciarlos haciendo un juego simultáneo con los sentimientos.

Para adentrarnos un poco más en la simbiosis de color y música, me gustaría referirme a tres compositores fundamentales en el meollo de este tema, el pianista ruso Alexander Scriabin (1872- 1915) y el organista francés Olivier Messiaen (1908-1992), ambos sinestésicos, y uno de los antecesores de estos, el también francés Claude Debussy (1862-1918).

En el caso de Debussy, sus trabajos con la música y el color, y la relación de estos con la pintura, respondían a un nivel conceptual. Si bien, varios estudiosos lo “encasillaron” como impresionista, debido a su empeño y obsesión por la búsqueda de sonoridades y matices que pudieran conectarse con colores, a este compositor nunca le agradó que encajaran su música a la fuerza, con la terminología impresionista, y que lo ligaran con los poetas simbolistas y el movimiento pictórico impresionista, que tomó su nombre del cuadro “Impresión, sol naciente” de Claude Monet.

Considero que la creación de Debussy, más que enlazada con el impresionismo, responde a la llamada música de color. Algunos pintores fueron tocados por la influencia colorística de sus composiciones. Tal es el caso de Charles Blanc-Gatti, artista suizo que pintó un cuadro al escuchar la Suite Bergamasque para piano. La pintura, que llevó el título de esta obra de Debussy, puede observarse es estas páginas.

Suite Bergamasque de Charles Blanc-Gatti, 1930

La música de Debussy fue admirada tanto por Scriabin como por Messiaen, y los influjos del colorido de su música inspiraron muchas de los colores pianísticos, los tonos, matices, timbres y las armonías de las composiciones de Scriabin y Messiaen.

Scriabin deseaba que su música fuera más allá de los conceptos tradicionales de este arte. Los principios filosóficos y teosóficos, así como las ideas de Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche se asentaron en la cosmovisión de este compositor y pronto comenzó a separar las tonalidades que él consideraba terrenales, de las espirituales. Para Scriabin el arte debía contribuir a una nueva religiosidad en la que los sonidos, colores y olores convergieran para alcanzar una experiencia mística y elevar el espíritu humano.

Creó un círculo de sonidos con los colores que él visualizaba, y de acuerdo a esto, inventó un teclado denominado “cromola” o clavier à lumières, en el que cada tecla al ser tocada encendía una bombilla con la luz del matiz correspondiente, que se proyectaba en una pantalla. Para este cromola, piano solista, orquesta sinfónica y coro, Scriabin concibió la Sinfonía no. 5 op. 60 titulada “Prometeo: El poema del fuego”.

Círculo de colores con los sonidos correspondientes, según la nomenclatura anglosajona y el sistema de quintas. Partiendo del sonido C (do) –arriba al centro–, hacia la derecha: sol, re, la, mi, si y fa#/solb. Hacia la izquierda: fa, sib, mib, lab, reb, solb/ fa

“Soy un músico del sonido y el color”, es la afirmación de Messiaen que revela la obsesión y el impulso que movía su producción musical. En varios documentales y entrevistas que están libres en la red, podemos percatarnos cómo hacía hincapié en esta idea que lo persiguió de por vida. Para él solo existía la música con color, o la música sin color; y reconocía en compositores como Monteverdi, Mozart, Chopin y Stravinsky una música fuertemente coloreada. Sin embargo, nada igualó la conmoción experimentada por él, cuando escuchó el Preludio a la siesta de un fauno, poema sinfónico para orquesta, de su compatriota Debussy.

Messiaen concibió una serie de escalas o sucesiones de sonidos, con determinados colores, en dependencia de sus diversos modos y los estados de ánimos que evocaban. A continuación, podemos apreciar el círculo de colores ideado por este compositor.

Circulo de colores de Olivier Messiaen

A estas coloraciones Messiaen, hace referencia en las partituras de algunas de sus obras, con la finalidad de auxiliar la interpretación: “Cuando oigo música veo los correspondientes colores. Pienso que todo el mundo posee este sexto sentido pero que son raros los que se dan cuenta. […] He tratado de poner esos colores en lo que escribía. No pido a los intérpretes que vean los mismos colores que yo –eso, por otra parte, es imposible– pero sí que vean colores, cada cual a su manera”.

Este proceder se halla en obras para piano como los Préludes, ocho piezas de 1929 y las Vingt regards sur l’Enfant- Jésus (“Veinte miradas sobre el Niño Jesús”) de 1944. En cada preludio señala los colores percibidos por él, el gris, malva y azul en uno; en otros dos, el anaranjado y el violeta, o el anaranjado, púrpura y violeta. El gris-azul acerado, cruzado por el rojo y anaranjado, se destaca entre los matices de las Vingt regards…. En Chronochromie (“Tiempo-color”) de 1960 y Couleurs de la Cité Céleste (“Colores de la ciudad celeste”) de 1963, con títulos que apuntan a sus inquietudes sinestésicas, llevó estos principios a los instrumentos de la orquesta.

Scriabin y Messiaen son apenas dos ejemplos de músicos sinestésicos. En la actualidad se realizan conciertos con las obras de estos compositores, donde se emplean luces de colores en el escenario y sobre los instrumentos, de acuerdo a los tonos apuntados en las partituras, así como en dependencia de la tonalidad de la obra y el color que el compositor visualizaba.

Queda mucho por descubrir y analizar sobre las sensaciones sinestésicas. Las investigaciones de los especialistas al respecto distan de hallar una explicación al por qué de este fenómeno tan particular y maravilloso. Así como el misterio de la vida, la sinestesia es sólo una arista más del mundo mágico y misterioso que podemos ir descubriendo a lo largo de nuestra existencia.

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