
En Ingrata Fortuna, la joyería es más que un accesorio de compra, es un amuleto que nos acompaña en el camino místico. La Gemoteca nace con la intención de que cada persona que cruza la puerta no solo compre o mande a hacer una pieza, sino que tenga la oportunidad de profundizar sus conocimientos alrededor de ella. Porque elegir una gema también es llevarse parte de la historia, la composición y el carácter del mineral. Esa es parte fundamental de la experiencia: conocer de cerca una colección que va de lo suave a lo extremo, desde piedras con durezas delicadas hasta diamantes, con precios que oscilan entre los $800 y los $400,000.
La selección de piedras es especial e incluye piezas morganitas, espinelas —parientes directas de esmeraldas y aguamarinas—, rubíes, zafiros, entre muchas otras. Las espinelas, por ejemplo, por años fueron llamadas “el rubí de los pobres”, hasta que se descubrió que el rubí de la corona inglesa había sido, en realidad, una espinela roja. Esas son las cosas que se entienden mejor cuando se tiene acceso a la piedra, al contexto y al archivo vivo que es esta colección.
Los diamantes ocupan un lugar importante en esta muestra, desde los tradicionales hasta los conocidos como alta peppers, que contienen grafito visible como resultado de su cristalización. Se trata de diamantes naturales, en su mayoría provenientes de la India y Canadá, con los que Ingrata trabaja mediante relaciones directas con familias y proveedores especializados. También se incluyen diamantes de laboratorio, físicamente idénticos a los naturales. La diferencia está en el origen: unos tardan millones de años en formarse bajo tierra; otros se producen en laboratorio por medio de procesos físicos o químicos. Su aspecto es indistinguible al ojo humano, aunque el precio puede variar hasta en un 70%.
La colección también reúne piezas menos comunes, como rubíes en tonalidades intensas difíciles de encontrar —el llamado pigeon blood, por ejemplo, solo se obtiene en ciertas minas específicas del mundo—. No es una gema fácil, ni en precio ni en carácter, y eso la vuelve aún más singular. El zafiro, por su parte, comparte composición con el rubí: su gama abarca todos los colores menos el rojo y el rosa. De nuevo, la diferencia está en el matiz, en el detalle, en lo que no se nota a simple vista.
Todo esto sucede en una tienda pensada desde el terreno. La sucursal de Pedregal fue diseñada en diálogo con su ubicación: piedra volcánica en las bases de los muebles y un homenaje silencioso al manto geológico sobre el que está construida. Desde 2015, la colección de gemas de Ingrata se ha formado en ferias, viajes y relaciones personales con expertos en el oficio. Hoy suma más de 2,000 ejemplares: diamantes, rubíes, zafiros, moonstone, morganita, aguamarina, tanzanita, labradorita, alejandrita, granate, peridoto, topacio. Una colección construida para ser vista, tocada, pensada. Y eventualmente, usada.