Más allá de un hábito, el skincare es un ritual que nos sana desde adentro. Si bien la piel es nuestro reflejo, también es espacio de exploración para nuestro camino interior. Sara lo comprende así, como un acto que nos lleva al autoconocimiento, a la exploración y a la transformación. A través de su marca, que se funda en la sabiduría coreana, nos comparte productos y skinoaching para sincronizarnos con el ciclo de la piel y de la tierra.
¿Cómo empezaste en el mundo del cuidado de la piel y qué te llevó a especializarte en belleza?
Yo empecé por mí, por mi propio cuidado, porque tenía dermatitis y rosácea. Buscaba la solución en todos los dermatólogos y doctores, tanto en México como en otros lugares. Viajaba bastante porque mi trabajo anterior, que era interiorismo, me hacía viajar mucho. Había escuchado que en Corea, hace diez años, tenían una filosofía completamente diferente del cuidado de la piel. En un viaje de trabajo a China, aproveché para ir a Corea, y ahí me enseñaron sobre las células madre. Eso fue hace nueve años, y literalmente me cambió la piel por completo.
Quería continuar con el tratamiento, pero obviamente no podía estar viajando a Corea todo el tiempo. Entonces pregunté qué era exactamente, con la idea de informarme para hacerlo yo o con algún médico en México. Me di cuenta de que no era tan sencillo: tenía que estudiar y hacer una carrera para que me pudieran vender las células madre. Así que estudié dermocosmética, me enamoré por completo, y terminé con una especialidad en regeneración celular, que era justo lo que necesitaba. Vi que el cambio en la piel era brutal, porque no era invasivo; al contrario, mejoraba la calidad de la piel y regeneraba las células.
Empecé en una clínica muy pequeña en Virreyes, de una sola persona. Luego llegó la pandemia, y como que nadie sabía mucho de mí, aunque muchas personas sí se hacían los tratamientos. Eso me transformó por completo la piel.
Desde tu experiencia atendiendo a diferentes tipos de piel, ¿cuáles son los principales cambios que notas en las clientas durante el otoño?
Es un cambio total: la mancha sube a la superficie, se unifica el tono, mejora la calidad, el poro se ve más cerrado, la piel más tensa. El concepto de la regeneración celular es que, cuando eres bebé, tu célula es perfecta; por eso los bebés no tienen manchas ni arrugas. Lo que hacemos es regenerar la piel desde adentro, haciendo que tu célula sea como nueva. Eso logra que tu piel luzca como la de un bebé, pero con tu misma cara. Es buenísimo porque trabaja a nivel celular, no solo dérmico. Por eso, aunque alguien se haga una cirugía plástica o se ponga bótox, si no tiene buena calidad de piel no se ve bien, no se ve glow, ni sano, ni con un tono uniforme.
¿Cuándo descubriste los productos coreanos y qué fue lo que más te sorprendió de ellos?
Esta pregunta me encanta. Aunque los productos tengan envases con muñequitos (que ya casi no), los activos son de los más puros y potentes. No es mercadotecnia, realmente generan un cambio en la piel. Por eso se pusieron de moda y la gente los volteó a ver: porque funcionan muy bien.
Lo que más me sorprendió es que tú piensas “una planta no me hace nada”, y en realidad es lo que más actúa, porque nuestro cuerpo necesita cosas naturales, no abrasivas ni que tapen los poros. Esas plantas son tan potentes, o incluso más, que muchos químicos. Y lo otro que me sorprendió es que no son productos exclusivos para gente mayor: son para todas las edades.
Una persona de 25 años ya debería usar células madre para prevenir y mejorar la calidad de la piel. A los 40 hay que reparar el daño; en cambio, si a los 25 ya empiezas con regeneración celular, llegas a los 40 sin ese desgaste. No se trata de arreglar, sino de cuidar. Es preventivo: evitar arrugas, manchas o resequedad antes de tiempo.
¿Podrías compartirnos un ritual de belleza para el otoño en el que combines tus conocimientos con algunos productos coreanos que te encanten?
En cuanto a rituales de belleza, siempre hago cosas externas. Todos los días uso luz roja durante 10 minutos. Me hago mascarillas en casa dos veces por semana. Ahora estoy obsesionada con las microagujas: uso estos sueritos con microagujas una o dos veces por semana y después aplico mascarillas de hidrogel (las que se vuelven transparentes). Hace que tu piel se vea espectacular y que la regeneración celular sea mucho más rápida.
La razón es que las microagujas mandan una señal al cerebro de que la piel está siendo cortada, aunque no lo esté, y el cerebro reacciona produciendo colágeno. Al producir colágeno, la piel se ve más tensa, bonita y con mejor calidad. Entonces, microagujas con mascarilla es algo que sí o sí hago. También uso activos un poco más fuertes que ayudan a que la piel se vea luminosa, que las manchas salgan a la superficie y no vuelvan. Uso retinoles, pero muy ligeros; no me gustan los productos abrasivos ni demasiado fuertes. Y, claro, muchos hidratantes.
Lo que más cuido es hacer faciales en casa, porque eso ayuda a que cualquier tratamiento que te hagas —o incluso si no te haces ninguno— logre que los productos se absorban mucho mejor.
Para quienes recién están empezando a cuidar su piel o quieren mejorar su rutina, ¿qué consejo práctico les darías para esta época del año?
Les diría que definitivamente el skincare es la mejor inversión. Reparar es mucho más difícil que prevenir. Aunque tengas 25 años, 30, 35, 40 o 50, siempre puedes trabajar en tu piel. No existe eso de “tiene buena genética y por eso se ve bien”. Yo soy el vivo ejemplo: la genética ayuda, pero lo que realmente marca la diferencia es el esfuerzo y la constancia.
Lo importante es tener una rutina bien organizada, con los activos correctos. Es como hacer un pastel: si solo usas crema, nunca tendrás un pastel de fresas con crema; necesitas harina, leche, huevo. Lo mismo pasa en el skincare: necesitas los ingredientes correctos y no olvidar lo básico. Para mí, lo número uno es el protector solar y la doble limpieza.
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