
Ser testigo de las corrientes del mar, de una cascada o incluso de una fuente puede asemejarse al sentimiento de atestiguar lo milagroso. Quizás porque, en su esencia, el agua representa la parte más básica de la vida, o quizás porque la vastedad y fuerza de los cuerpos acuáticos nos recuerdan nuestra mortalidad. Pensar en la vulnerabilidad del agua pareciera una dicotomía existencialista, semejante al pensamiento nihilista sobre la vulnerabilidad de un dios. No obstante, su escasez y contaminación se han vuelto problemas patentes que envuelven al mundo, con consecuencias cada vez más visibles en la sociedad mexicana. Ante este panorama, Tequila Don Julio nos recuerda que la esperanza se encuentra respaldada por la acción.
En medio del frenesí de la Semana del Arte 2025, una instalación se convertiría en un centro para la contemplación, un oasis al centro de la feria de arte Salón Acme. La pieza de Federico Pérez Villoro, Hidroarpa: Escuchar a Jalisco con la raíz, se presenta como un innovador instrumento diseñado para generar música que beneficia a las plantas, creando ondas sonoras mediante la caída de agua. Su funcionamiento se altera con la interacción del público, resaltando un profundo sentimiento de comunidad e incitando a la reflexión y acción colectiva.
COMISIONADA POR TEQUILA DON JULIO, LA PIEZA REPRESENTA LA CELEBRACIÓN DE LOS LOGROS ALCANZADOS EN SUS PROGRAMAS DE SUSTENTABILIDAD. LA EMPRESA HA DESTINADO 100 MILLONES DE PESOS A PROYECTOS DE PRESERVACIÓN DE AGUA EN JALISCO, SUMANDO A QUE HOY PUEDAN DECIR QUE REGRESAN EL DOBLE DEL AGUA QUE USAN EN SU PRODUCCIÓN.
Una hazaña recalcada por su elección de hacer públicos sus proyectos a través del arte, permitiendo que la gente viviera el mensaje. El resultado era hipnotizante y envolvente, resumiendo también, de cierta manera, las investigaciones tecnológicas, sociales, ecológicas y políticas que conforman el cuerpo de obra de Pérez Villoro.
Dos semanas después de la presentación de la Hidroarpa, nos reunimos en su estudio, un espacio minimalista decorado con una multitud de plantas. Un pizarrón largo abraza la pared, reflejando el aspecto comunitario del lugar, que también aloja a Materia Abierta, su proyecto pedagógico. En todo momento Federico se refiere a su estudio en plural, como un espacio conformado por la colectividad: con un sistema de recolección de agua diseñado por Javier Guzman o piezas de cerámica de Ana Rivera, quien forma parte del equipo de Materia Abierta. En el corazón del lugar hay una cocina y un huerto, más rasgos de comunidad. Todo parece ser un eco de las múltiples capas que conforman sus exploraciones artísticas. Parados en el huerto, empezó nuestra conversación.
Tu trayectoria como artista e investigador es extensa, tanto por los medios que conforman tu cuerpo de obra hasta los temas que abordas, los cuales se podrían explorar a través de una variedad de ramas o disciplinas. ¿Por qué escogiste el arte como el medio a través del cual abordas tus investigaciones?
Lo que me gusta del arte es que te permite operar —entre comillas— como investigador, como tecnólogo, como escritor, pero con más flexibilidad. Arte es una palabra compleja, porque evidentemente hay muchos mundos dentro del arte y muchas formas de expresarse artísticamente. Pero si seguimos la trayectoria histórica de las artes visuales y respondemos a ciertos códigos que están inscritos en esa trayectoria, la práctica artística está muy curtida a través de la posibilidad de doblar fronteras disciplinarias.
Por ejemplo, en los últimos años he incorporado a mi proceso de investigación enseñanzas que tienen que ver con las herramientas del periodismo, de investigar en tiempo real y revelar información que está siendo ocultada por estructuras de poder. Sin embargo, al trabajar como artista tengo cierta flexibilidad en el proceso de investigación que a lo mejor los periodistas no se otorgarían. El arte permite esquivar fronteras disciplinarias.
He sido testigo de tu obra en proyectos muy arraigados a temáticas sociales o relacionados con el agua. Vi tu exposición Aguas Verdaderas en Peana y después la Hidroarpa en colaboración con Tequila Don Julio. Pero las temáticas que tocas son complejas y con varias capas, a veces difíciles de puntualizar. ¿Cuáles son los temas centrales que te interesa explorar y cómo surgen?
Los temas que me interesan han ido transformándose. En los últimos años he estado pensando mucho en agua, pero he estado pensando en agua porque he estado pensando mucho en espacialidad, y he estado pensando en espacialidad porque he estado pensando en tecnologías de espacialización, y he estado pensando en tecnologías de espacialización porque estaba pensando en tecnologías digitales. A partir de eso empecé a pensar en tecnologías de vigilancia y en tecnologías de regulación del movimiento, como las que se utilizan en la frontera específicamente. Eso me llevó a pensar en cartografía, en mapas, en territorio y, por lo tanto, en agua.
Es una trayectoria de dudas que se han ido revelando y desdoblando conforme me he adentrado en ciertos temas. Empecé a trabajar con agua específicamente porque empecé a trabajar con las tecnologías que dividen el territorio entre México y Estados Unidos. Cuando me di cuenta de que el Río Bravo está siendo utilizado desde hace más de 200 años como una tecnología fronteriza; que la fuerza del agua y la manera en la que es administrada están siendo militarizadas; que esta materia prima está siendo aprovechada como un instrumento puesto en función de una necesidad que considero arbitraria: la imposición de este límite fronterizo. Cuando reconocí que el agua está domesticada como tecnología, empecé a interesarme mucho en el tema. Pero es desde ahí, desde pensar en la historia de las tecnologías dominantes, y cómo la tecnología produce espacio pero también condiciona el movimiento.
Entre todos estos fragmentos, digo, todo está fragmentado, incluyendo los territorios, la sociedad y el arte. Pero este último es tu herramienta y podría ser una unificadora. Se puede decir que el fin del arte es que eventualmente habrá un espectador. ¿Qué es lo que buscas provocar?
Hay muchas cosas que suceden en el proceso artístico. De entrada diría que hacer arte, para mí, es realmente como una pulsión existencial. Es el lenguaje con el que me relaciono con el mundo para entender las relaciones materiales, conceptuales y filosóficas entre las cosas. Hay un deseo de conectar con otras personas, y el arte permite esas conexiones, pero antes de eso es algo que sucede hacia dentro.
Lo que me gustaría es movilizar registros sensibles en las personas que se vinculan con mi trabajo, estimular el pensamiento crítico y movilizar la voluntad política. Para eso es bueno el arte: para buscar ponernos entre paréntesis ante el acontecimiento estético y todo lo demás que sucede en el mundo. Mi práctica es política; me parece importante que lo que se movilice, al final de cuentas, sea una voluntad política, además de una estimulación intelectual, corporal y gozosa.
Cuéntame, ¿cómo surgió el proyecto de la Hidroarpa? ¿Cómo fue trabajar con Tequila Don Julio?
Surgió a través de una invitación que me hicieron de presentar una propuesta de proyecto. Tequila Don Julio, de manera independiente, tiene varios años haciendo un trabajo de sustentabilidad en torno al agua, la comunidad y la tierra. Ahora están empezando a compartir todo ese trabajo en materia de sustentabilidad. Están vinculados desde hace tiempo con la producción cultural a través de su relación con Salón Acme.
Me contaron de sus diferentes proyectos de sustentabilidad. En esas conversaciones, casi de paso, hablaron de la figura de Julio González, el fundador de la marca, y de cómo le cantaba a sus agaves. He estado trabajando desde hace tiempo alrededor de la manera en la que nos comunicamos o nos relacionamos con las plantas a través del habla y a través del canto, sentí una buena conexión y fue cuando les propuse que hiciéramos este instrumento de agua para cantarle a las plantas. El proyecto fue muy bonito, para mí siempre es una sorpresa ver cómo se revela a sí misma una pieza con estas características. Tiene que haber una alquimia colectiva para que suceda, pero también una alquimia material para que la pieza funcione. Fue muy satisfactorio ver a la gente interactuar con ella, verla suceder, porque cada vez que la encendíamos todos los sistemas funcionaban de manera distinta. El agua es afortunadamente rebelde, y es muy desafiante trabajar con agua y electrónicos. Fue un ejercicio que nos demostró que hay mucho que aprender del agua.
El agua tiene muchos significados simbólicos, renovar, limpiar, reestructurar, vida, cambio, etcétera. ¿Sientes que hay una parte de tu práctica que sea holística en el sentido que incluya a lo espiritual, o está enfocada hacia lo científico y tangible?
Voy a responder eso con algunas curvas. De entrada creo que sí, apelando a mi respuesta anterior de por qué hacer arte, el arte siempre tendrá profundidad y será una búsqueda de lo sagrado, de la experiencia que es difícil de medir y que es difícil de nombrar. Creo que el arte antecede a la filosofía precisamente porque hace presente relaciones que son difíciles de explicar.
Sin embargo, mi práctica en particular aprovecha el proceso e investigación artística para revelar información muy concreta, en ese sentido se acerca más al periodismo. Mi trabajo está buscando evidenciar sistemas de violencia, me parece importante demostrar cosas y ese concepto de demostrar es más cercano a la ciencia. La ciencia y el conocimiento tecnocientífico responde a una serie de paradigmas que están vinculados con el capital, los procesos coloniales y muchas formas de dominación. Entonces, la manera en la que me relaciono con ellas es buscando invertir las expectativas técnicas de esos mismos conocimientos y desafiar los paradigmas esencialistas o determinantes de las mismas herramientas con las que trabajo.
Hay partes o dimensiones del trabajo que son más poéticas, más filosóficas, más espirituales. Creo que la parte de la espiritualidad la relacionaría más con el proceso íntimo de transformación personal en la que nos comprometemos les artistas. Es difícil responder este tipo de preguntas porque creo que el arte evita la contradicción, trabajamos también a través del contraste. En ese sentido hay mucha ambigüedad, que nos permite a las personas espectadoras hacernos preguntas, que el arte no siempre está buscando responder.
El agua en específico está codificada a través de muchos símbolos y de usos que la reconocen como sagrada, como espiritual. Hay muchas tradiciones ancestrales y personas que tienen una relación más arraigada que la mía que responderían esa pregunta de manera más profunda. Creo que vale mucho la pena, escuchar a maestras y a maestros que están vinculados con el agua desde ese registro sagrado. Lo que diría es que es muy difícil negar la dimensión sagrada del agua cuando te paras enfrente del silencio majestuoso de un lago, cuando tienes sed y bebes agua. Hay algo que es innegable de por qué el agua tiene un peso tan fuerte en nuestra relación con la vida.
Sin embargo, también me parece muy importante relacionarnos con las aguas, no solamente desde los símbolos de lo puro o de lo limpio, porque las aguas son más bien turbias. Las aguas de los ríos, de los manglares, del subsuelo, de los acuíferos, son turbias y también son sagradas, y el agua enlodada también es una fuente de vida. Si valoramos más una gota de agua cristalina y pura que el agua que está dentro de un río que parecería sucio es por una serie de códigos estéticos y culturales que pueden ser problemáticos.
Me interesa saber sobre tu proceso y la manera en que tu obra es tan colaborativa. La pieza que desarrollaste con Tequila Don Julio encapsuló de manera muy poética el trabajo enfocado a lo colectivo. Tu obra provoca diálogo y comunidad entre espectadores pero también lo provoca en su proceso de creación, al ser sumamente colaborativa ¿Cómo son esas aproximaciones?
Es muy colaborativo el trabajo porque con frecuencia lo que se me ocurre, lo que invoco o lo que me llama requiere de más manos y de más corazones. En el caso de la Hidroarpa, es un ejemplo bueno para hablar de la colaboración, hay gente que ha dedicado su vida al modelado en 3D, a la fabricación en metal, a la ingeniería electrónica e hidráulica, la composición sonora, a la administración de recursos económicos, al diseño gráfico, al diseño de paisajismo o vegetación, a la investigación. En muchos de los proyectos que hago trabajo con gente que están, como mi trabajo, buscando torcer o empujar alguna frontera disciplinaria.
Por ejemplo, llevo 4 años desarrollando un modelo computacional que busca predecir el comportamiento hidráulico del Río Bravo y los cambios en su geomorfología proyectados a futuro y por lo tanto, las modificaciones que se darán en la frontera entre México y Estados Unidos. Es un proyecto que estoy haciendo con gente que hace simulación hidráulica que son geólogos, hidrólogos, ingenieros en sistemas, ingenieros en computación, etcétera. Son conocimientos muy específicos que no tengo. Pero creo que la respuesta más real y sencilla es que me gusta trabajar con personas. La primera audiencia, que tenemos les artistas, son las personas con las que hacemos el trabajo y las personas como tú, las personas con las que nos relacionamos a través de la práctica. Para mí hay poca separación afortunadamente entre mi trabajo y la dimensión afectiva o social de mi vida, que está también nutrida por mis intereses pedagógicos, de socializar y de ritualizar los procesos de investigación. Estoy buscando desestabilizar la separación entre la vida cotidiana y el proceso del aprendizaje, y enfocarlo a un proceso de organización sociopolítica.
AL FINAL, ES A TRAVÉS DE ESTAS INTERACCIONES HUMANAS Y CREATIVAS QUE SE TEJE UNA RED DE ESPERANZA, DONDE CADA INDIVIDUO CONTRIBUYE NO SOLO A LA REGENERACIÓN DEL ENTORNO, SINO TAMBIÉN AL FORTALECIMIENTO DE NUESTRA RELACIÓN CON EL MUNDO NATURAL. ES POSIBLE CAMBIAR EL PANORAMA DE LA CRISIS AMBIENTAL CONTEMPORÁNEA QUE SE PERCIBE COMO UN HORIZONTE TAN DESALENTADOR. PROYECTOS COMO LOS PROGRAMAS DE SUSTENTABILIDAD DE TEQUILA DON JULIO EVIDENCIAN QUE LAS PRÁCTICAS INDUSTRIALES PUEDEN REDEFINIRSE PARA GENERAR UN IMPACTO AMBIENTAL POSITIVO. QUE AL COMPARTIR ESTOS ESFUERZOS, SE FOMENTA UNA CONCIENCIA COMUNITARIA QUE INVITA A IMAGINAR FUTUROS DONDE LA SOSTENIBILIDAD Y LA CREATIVIDAD SE ENTRELAZAN. LA COLABORACIÓN ENTRE TEQUILA DON JULIO Y PÉREZ VILLORO SE ERIGE COMO UN SÍMBOLO DE ESA POSIBILIDAD, UNA METÁFORA DE CÓMO LA COLABORACIÓN, LA TECNOLOGÍA Y LA SENSIBILIDAD PUEDEN CONVERGER PARA RESTAURAR NUESTRO VÍNCULO CON EL AGUA Y, CON ELLO, CON LA VIDA MISMA.