
Bajo la mirada de Miuccia Prada, la educación y la literatura tienen un gran valor en el desarrollo de la humanidad. Para celebrarlo, Miu Miu conmemora su segunda edición del Club Literario, esta vez enfocado en la exploración de temas como feminidad, amor, sexo y educación, protagonizando charlas con las máximas exponentes de la literatura femenina de la rama contemporánea. Junto con perfiles que influencian la escritura global, la comunidad se unió para leer dos obras que trascienden en la historia de la literatura: The inseparables (1954) de Simone de Beauvoir y The Waiting Years (1975) de Fumiko Enchi.
Con la intención de abrir la conversación y expandir nuestra cultura como agentes sociales, Miu Miu ofrece este espacio, donde los temas a reflexionar giraron alrededor del poder de las infancias femeninas, así como sobre erotismo, amor y deseo en la mujer adulta.
Para celebrar a las voces que más nos conmueven, hemos entrevistado a dos escritoras, invitadas en los paneles de conversación: Nicola Dinan y Geetanjali Shree. Cada una, enfocada en una de las novelas diferentes, nos dio más claridad respecto a a figura femenina en la literatura.
Nicola Dinan
Fumiko Enchi nos muestra cómo las mujeres pueden verse cautivas en estructuras patriarcales disfrazadas de normalidad al retratar una historia en la que el amor y el deseo se ven a través de un lente de sumisión y sacrificio. ¿Crees que estos conceptos han evolucionado en la literatura contemporánea, o aún persisten en diferentes formas?
Creo que, como sociedad, hemos evolucionado y la mayoría de nosotrxs entiende que la sumisión y el sacrificio deberían ser, en general, recíprocos. Incluso cuando hablamos de cierto tipo de sacrificios, no necesariamente deberían estar asociados a un género; históricamente, las mujeres han llevado durante demasiado tiempo la carga de la sumisión y el sacrificio. La sumisión y el sacrificio pueden formar parte de manera relativamente normal del amor; no es necesario eliminarlos por completo de la literatura contemporánea ni de la vida actual, pero sí es valioso observar hacia qué dirección se mueven estos conceptos. Al mismo tiempo, creo que estas ideas han evolucionado en la literatura contemporánea, pues es un espacio que refleja la vida misma. Así que, en la medida en que persistan en la vida, seguirán presentes en la literatura, aunque también persisten a pesar de un conocimiento que, en teoría, debería ser distinto. Siempre existe una diferencia entre cómo pensamos nuestros valores y cómo los llevamos a la práctica; hay una brecha constante entre la teoría y la acción. Cuando analizamos las relaciones modernas, por ejemplo, o la equidad en el trabajo doméstico, siempre vamos a encontrar elementos de sumisión y sacrificio, porque vivimos en un presente patriarcal, además de cargar con las secuelas de un pasado aún más patriarcal. Hemos sido criadxs por madres y padres que creían en esos sistemas, aunque también existían en otros distintos, y eso se refleja en nuestras relaciones. Puedo decir que soy feminista, aunque me encargue del trabajo doméstico, y conozco a muchas mujeres que saben que sus relaciones deberían ser equitativas, pero lograr que eso se cumpla en la práctica es bastante difícil. Me interesa mucho la literatura que explora esa distancia entre lo que pensamos y lo que hacemos.
¿De qué maneras crees que la literatura puede sanar las heridas históricas del cuerpo femenino, tantas veces silenciado o violentado?
No creo que la literatura pueda sanar las heridas históricas del cuerpo femenino. Tampoco creo que la literatura ni ninguna otra forma de arte puedan sanar la historia. La historia es lo que es. Creo que la literatura puede trazar un camino hacia adelante, guiado por esas heridas históricas. Es importante que mantengamos una conciencia viva de esas heridas para que no se cierren por completo, porque si llegaran a cerrarse y sanar del todo, podríamos olvidar, y eso dejaría espacio para que esos actos se repitieran.
¿Cómo puede una historia personal convertirse en un espejo de procesos sociales y emocionales universales?
Es una pregunta muy interesante. Creo que como escritores siempre estamos buscando un equilibrio entre lo específico y lo universal. Es curioso porque mi pareja es académico en Filosofía y tiene un doctorado en Ética, y a menudo comparamos nuestros campos de estudio. Por supuesto, a él le preocupa mucho cómo las personas viven sus vidas, mientras que, cuando observamos muchos escritos en ética, solemos pensar en grandes principios que luego se aplican para decir “así debería tratar una persona a otra”. Mi perspectiva es que las circunstancias concretas de la vida de las personas complican esos grandes principios y hacen que no puedan aplicarse de manera tan general. Me interesa mucho esa tensión entre lo personal y lo universal. Cuando reflexionamos sobre esas vidas, vemos hasta qué punto podemos extraer lecciones, pero siempre leyendo esas lecciones dentro de ese espacio que existe entre la teoría y la práctica.
¿Cómo podemos narrar el deseo femenino sin que sea interpretado a través de una mirada masculina o cosificadora? Si pudiéramos reescribir la historia desde la perspectiva de las mujeres silenciadas, ¿cómo cambiaría nuestra percepción del mundo?
No creo que podamos narrar el deseo femenino sin que sea interpretado a través de una mirada masculina o cosificadora. Lo interesante de la escritura es que uno escribe algo, lo lanza al mundo y no puede controlar cómo será leído o interpretado. Si has leído a Platón, en el Fedro él señala que esta es una limitación propia de la escritura, porque no es como un diálogo vivo ni como una conversación en presente; es un texto que publicas y, luego, la gente piensa lo que quiere pensar, y la mayoría de las veces no puede hacerte preguntas (a menos que tengamos la suerte de estar en un espacio como este). Así que estamos en una posición en la que las miradas son algo que no podemos controlar, ni tampoco la perspectiva que alguien aplicará al leer. Por ejemplo, si alguien aplica la mirada masculina a mi obra, eso escapa de mi control. Si un lector ve a un personaje femenino de una manera particular, es algo que tengo que aceptar. Pero creo que lo importante como escritora es no escribir pensando en el lector equivocado, porque no podemos crear desde el miedo. Y, en realidad, sí hay formas de superar la mirada masculina: minimizándola durante todo el proceso de escritura. Escribir para las mujeres y para las personas que no operan desde ese nivel, que van a acercarse a tu obra con una mente abierta y verán a tus personajes como lo que son: seres humanos.
En muchas culturas, el amor romántico se ha idealizado como sinónimo de plenitud. ¿Cómo podemos contar historias que amplíen la noción de amor más allá de este paradigma?
Es interesante porque muchos de mis libros tratan sobre el poder de la amistad. En mi primera novela, Bellies, hay una relación romántica que termina porque una de las personas en la pareja realiza una transición de género, y ambos deben considerar si dejar atrás esa relación romántica o si, a partir de entonces, transformarla en una amistad. En mi segunda novela, se presenta una relación heterosexual entre una mujer trans y un hombre, y, al mismo tiempo, esa relación resulta ser mucho menos segura que la amistad de ella con su mejor amiga. De hecho, en muchos sentidos, esa amistad es la verdadera historia de amor duradera en la novela. Creo que podemos contar historias ampliando el espacio que damos a las amistades, evitando siempre poner el amor romántico en primer lugar. Además, algo que también intento hacer es no romantizar el amor romántico. De hecho, trato de abordar el amor romántico desde una perspectiva “aromántica”, porque no me parece interesante tratar el amor romántico de manera romántica… es como lo más obvio, como cuando escribes una escena de sexo: no deberías forzarte a que sea una “escena de sexo”, ¿sabes? O como cuando describes comida: no necesariamente tienes que esforzarte en hacerla sonar deliciosa. Creo que es importante entender que, al escribir, a veces es mejor tomar caminos que no sean los más evidentes, y aplicar eso también a la representación del amor romántico.
¿Qué papel juegan la sutileza y la metáfora al contar historias complejas sobre opresión, deseo y resistencia?
En realidad, creo que cuando se trata de ficción, sucede algo parecido a lo que mencioné sobre mi pareja, que es filósofo: el enfoque de la ficción es diferente. Trabajamos a partir de las vidas de las personas, y creo que ahí es donde entran en juego la sutileza y la metáfora: se trata de ser lo suficientemente generoso con el lector como para permitirle ejercitar su mente y sus propios procesos de pensamiento para comprender los mensajes dentro de tu libro. Creo que cuando permites que los lectores piensen por sí mismos, el impacto del mensaje es mucho más profundo, porque analizan y llegan a sus propias conclusiones; a nadie le gusta que le digan qué pensar, ¿verdad? Lo que me encanta de la ficción es que guías a los lectores en un proceso de reflexión y les permites llegar a sus propias conclusiones. La desventaja es que a veces no llegan a las conclusiones que tú esperabas, pero eso es algo que aceptas: como escritor, abrazas esa ambigüedad.
La literatura consciente busca despertar la sensibilidad. ¿Cómo equilibras la necesidad de una escritura transformadora sin perder la belleza artística de contar historias?
Eso se relaciona con lo que mencioné antes; creo que el objetivo no puede ser la transformación, pero sí es verdad que los libros pueden transformar a los lectores. Todos hemos leído libros que nos han transformado. Por ejemplo, cuando era más joven, leí un libro llamado Wild Swans de Jung Chang, y ese libro fue realmente transformador en la forma en que entendí a mi familia y mi herencia. Pero no creo que la autora se haya sentado a escribir con el objetivo de transformar a cada lector de la misma manera en que me transformó a mí. Es un viaje que el lector hace por sí mismo. Escribir también es tener la confianza de que algunos lectores experimentarán esa transformación. Hay que permitir que ese proceso de transformación sea interno para el lector y no forzado externamente.
Geetanjali Shree
The Inseparables retrata con intensidad la amistad femenina en la infancia y adolescencia—un vínculo que a menudo se descarta como pasajero o trivial. ¿Cómo crees que este tipo de relaciones moldean la manera en que una mujer se entiende a sí misma y su lugar en el mundo?
Creo que no solo las amistades entre niñas, sino cualquier relación o amistad que se forme en los primeros años de vida es muy formativa en la construcción de la identidad. Un psicólogo te diría, por ejemplo (aunque no tengo el lenguaje técnico), que es en los primeros años—quizás a los cuatro o cinco—cuando empiezan a desarrollarse el carácter y la personalidad. Por eso, esas primeras relaciones son muy importantes, y ese es un momento en el que las niñas aún no están formadas del todo, son vulnerables e impresionables, y están tratando de entender el mundo. Es un tiempo de descubrimiento personal y de comenzar a tomar conciencia de una misma. Si en ese momento existe una amistad significativa, la presencia del otro y las conversaciones compartidas enseñan mucho sobre uno mismo, te hacen más consciente, y eso puede volverse una fuente de fortaleza
Simone de Beauvoir explora cómo las expectativas sociales comienzan a moldear a las niñas desde una edad temprana. ¿Cómo puede la literatura ayudar a las mujeres jóvenes a reclamar su feminidad en sus propios términos, en lugar de a través de narrativas impuestas?
No creo que la literatura simplemente acepte lo que se le da. La literatura es un espacio donde se cuestionan las verdades fáciles y las suposiciones comunes. Su esencia está en desafiar lo que se ha dicho sobre las mujeres, sobre las feminidades, sobre lo que se considera deseable y lo que no. Es un lugar donde se plantea la duda, donde se descolocan las verdades establecidas y se imagina a una nueva mujer. Se proponen nuevas formas de relacionarse. Surgen desafíos de manera casi automática. Estás en diálogo con tu tiempo, con el mundo y con la moralidad que te rodea. Estás en el proceso de descubrir quién eres.
La infancia y adolescencia femeninas suelen estar marcadas por un delicado equilibrio entre el autodescubrimiento y la influencia externa. ¿Cómo podemos, como escritorxs, crear historias que animen a las jóvenes a abrazar su autenticidad mientras atraviesan las presiones sociales?
No soy el tipo de escritora que cree en la escritura prescriptiva. No me gusta la literatura que funciona como un panfleto que enseña paso 1, 2, 3… No es eso lo que hago. Lo que me interesa, como escritora, es todo lo que no es claro, todo lo que es confuso, todo lo que está fuera de los márgenes, y todo aquello que sacude las certezas: esas son las cosas que ayudan a las mujeres a reconfigurarse. La literatura hace eso todo el tiempo: estamos reimaginando a la mujer, no aceptando el concepto de mujer tal como lo impone la sociedad. En la literatura, incluso solo con una descripción, ya estás desafiando al lector a reflexionar sobre lo que está leyendo. Algunos ejemplos son Madame Bovary o Anna Karénina, te das cuenta de que algo está fallando ahí, y eso te lleva a cuestionar tus propias expectativas. La literatura trata de eso: de hacerte pensar, de hacerte dudar y de abrirte la mente a cosas que, de otro modo, aceptarías sin más.
¿Cómo ves el papel de la literatura en fomentar un sentido de compañía y autocuidado en las mujeres jóvenes?
Creo que la literatura va más allá del género; forma una comunidad que trasciende fronteras, y ahí radica su belleza. La buena literatura, venga de donde venga, crea vínculos entre culturas. La literatura siempre busca fomentar lo humano, incluso cuando describe lo más feo, lo hace con un propósito: que los lectores vean esa fealdad y se unan en contra de esos valores. La literatura consiste en formar comunidades de seres humanos sensibles.
Si pudiéramos reescribir la manera en que el mundo percibe la infancia y adolescencia femeninas—no como frágiles o pasivas, sino como poderosas y transformadoras—¿qué elementos crees que deberían estar en el centro de esas nuevas narrativas?
No creo que deba ser un solo elemento. Constantemente, lxs escritorxs estamos negando las narrativas de la debilidad y mostrando la fuerza de todas aquellas consideradas frágiles.
¿Cómo influyen la memoria y la historia en la construcción de la identidad femenina en la literatura? En un mundo donde el consumo de información es cada vez más acelerado, ¿cómo puede la literatura seguir siendo un vehículo para la introspección y el cambio de conciencia?
La memoria y la historia nos forman a todos. Sin ellas, no tenemos noción de quiénes somos. La literatura te hace recordar. Le interesa la manera en que se creen las distorsiones de la historia, por lo que su objetivo es restaurar un sentido de historia humana para que las personas puedan formar identidades positivas y fuertes. La literatura trata de no olvidar, no de acumular venganza, sino de aprender de los errores cometidos en el pasado. Debemos conocer esos detalles para poder ser mejores en el futuro.