
El talento de la Ciudad de México nunca termina de florecer, continúa en crecimiento y transformación.
En el estudio creativo de DNA, nos apasiona reconocer la obra de las artistas de la Ciudad de México, que dan vida a la escena cultural local, y compartir la luz que nos inspira, esa misma energía creadora que habitamos y que manifiesta nuestros proyectos. En esta ocasión, visitamos los estudios de cinco artistas cuyas obras reflejan la diversidad, fuerza y sensibilidad del arte contemporáneo en la ciudad. A través de sus espacios de encuentro, exploramos sus procesos creativos, influencias y la manera en que su naturaleza moldea su visión artística.
Manuela Laborde
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo estás llevando a cabo?
Una muestra individual, que se llevará a cabo en julio del 2025, con PEANA, la galería que me representa. Aún sin título, esta exposición será curada por Margaux Knight, curadora independiente y encargada de adquisiciones de la CNAP, Centre National des Arts Plastiques en París. A través de fotografía análoga, telares y cristalizaciones escultóricas, la exposición une con cariño, rebeldía y un carácter incisivo, la vida de tres persona(je)s que me han atravesado: Alicia del país de las maravillas, la cineasta Chantal Akerman y la poeta Eunice Odio. Se conformará de emotivos canales salinos, que plantean un mundo virtual de anhelo y deseo, hacía el entrañable laberinto que es la intimidad; suturando reflexiones sobre la soledad, el desierto y sus espejismos.
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tú creatividad?
Suena contradictorio pero en realidad tiene todo el sentido del mundo: la mayor parte de las veces, es en lo oscuro que se empiezan a entrever las ideas. Este oscuro es tan literal como metafórico: abarca desde lo anticipado a lo desconocido, desde lo que emociona a lo que duele, desde las entrañas hasta a un teatro de cine o el cuarto oscuro, o, simplemente, durmiendo.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
Observando, apropiando y “fijándola” en una traducción a lo material. Es un proceso que varía mucho y puede llegar a ser tan disperso que una pierde el hilo; suceden muchas cosas que acaban transformando, en ambos sentidos, todo. Al final, mi meta es mantenerme sensible a esos cambios. Además, existe la dimensión que se crea cuando uno muestra, y otras personas apropian lo percibido al mezclarlo con su propia memoria y emoción.
El tiempo y el cambio son inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
Al ser cineasta, lo que creo ocupa una duración: se reproduce, transcurre ó ‘perdura’ en el tiempo. Antes de hacer cine, no lo tenía tan claro. Ahora reconozco que es un elemento esencial en mi práctica. Por ejemplo, veo a los telares como otra materialización del tiempo, ya que requieren mucho de él para llevarse a cabo. Igualmente, estoy muy consciente que el cambio es algo que siempre está presente. Pienso en una escultura de bronce, y como me atrae esa parte dorada, lustrada por el roce de miles de manos, aún más que el mismo ícono esculpido. Ó, en el inmenso valor del resto de un antiguo tejido, ultrafrágil, que aunque carcomido por el tiempo y los rayos del sol, sigue bello. Sus bordes irregulares invitan a imaginar su continuidad.
Fernanda Carri
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo estás llevando a cabo?
En mi nueva serie, donde estoy explorando cerámica, piedra y fibra de vidrio. Me emociona trabajar con materiales que permiten formas más orgánicas y que, de cierta manera, tienen su propia voz. Cada uno me reta de una forma distinta y eso es lo que más disfruto: encontrar cómo traducir emociones a materia.
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tu creatividad?
Siempre parte de conversaciones internas. Es un proceso similar a terapia: escribo, reflexiono, y poco a poco voy extrayendo fragmentos de diferentes momentos de mi vida a través de mis journals. A partir de ahí, empiezo a jugar con emociones y formas.
A veces surgen de pensamientos cotidianos, otras de ideas más profundas, pero siempre nacen de la curiosidad de seguir creciendo y entendiéndome a mí misma.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
En arquitectura, algunos dicen que la función guía la forma y otros que la forma guía la función. Creo que mi proceso creativo sigue un juego similar. A veces, la emoción dicta la forma, otras veces, es la forma la que despierta una emoción. No tengo una regla fija, pero ese diálogo es el punto de partida de todas mis obras.
El tiempo y el cambio son fuerzas inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
El tiempo me ha enseñado a aceptar la transformación como parte esencial del proceso creativo. Antes sentía que debía aferrarme a una idea inicial, pero ahora entiendo que las piezas evolucionan, al igual que yo. Cada obra es un reflejo de un momento específico, de una emoción que existió en ese instante, pero también es un testimonio de cambio. Mis materiales han cambiado, mis formas también, y lo seguirán haciendo. Pero creo que ahí está la belleza: en permitir que el arte crezca conmigo.
Natalia Ramas
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo estás llevando a cabo?
Estos últimos meses he trabajado en un proyecto para construir una reja en una primaria en la colonia Granada, de la mano con niños de 5to grado, una iniciativa de museos en común, parte del museo Jumex. Existe algo muy bello en construir piezas en comunidad, trabajar con mentes tan abiertas y fértiles y ayudarlos a materializar cómo se imaginan ellos los espacios que los rodean.
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tu creatividad?
He estado pensando mucho en la improvisación e ingenio que existe en las composiciones visuales que se ven en cada esquina de la Ciudad de México, como bodegones del universo de las sutilezas. Son un ruido visual que me conmueve mucho, hablan de nada y todo. Sillas construidas con cinta canela y foam, espectaculares vacíos con telas corroídas, puestos de tacos con platos envueltos en plástico. Constantes guiños de caos, efervescencia, vida, el absurdo, narrativas personales y un reflejo de nuestra mente colectiva.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
Me interesa la memoria, los recuerdos, todo lo que ayuda a sumar al constructo emocional y personal que es una persona. Entendernos como un amalgamamiento de fragmentos de muchas coincidencias, frutos de relaciones humanas, pérdidas y cosechas recolectadas a lo largo de la vida. Me gusta pensar que el trabajo que hago es una suma de pequeños elementos, símbolos, personajes del personaje, la suma de sueños, contradicciones, nostalgias, deseos, vulnerabilidad encubierta.
El tiempo y el cambio son fuerzas inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
En el trabajar con cerámica, entre otros materiales, siento que hay una oda al tiempo, a la paciencia y al dejar ir. Es un proceso lento, que me aterriza en un hacer tranquilo. Lo agradezco porque me permite un balance, una conexión con la tierra, minerales y elementos naturales que se transforman en algo más gracias al fuego y al agua. Éstos procesos de transformación me hacen valorar la contemplación, ceder el control al fuego, buscar comunidades y objetos nutritivos. Pienso que vivimos en una época desbordada, acelerada, con cambio demasiado veloz. Se van acortando y desvaneciendo los procesos de asimilación, de silencio, de sentirse uno pleno sin necesidad de estímulos. Intento tener estas ideas presentes porque es fácil, casi intuitivo, dejarse llevar por procesos que confunden prioridades. Por otro lado, lo que intento en mi práctica es razonar y tener conversaciones con una velocidad razonable.
Camila Arroyo
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo estás llevando a cabo?
El proyecto que más está ocupando mi energía en este momento es mi tesis de doctorado. Estoy haciendo un doctorado en Estudios de Performance en Tisch School of the Arts de la New York University. La tesis se titula “Insistent Dislocations: Choreographic Experiments in Mexico” (Dislocaciones Insistentes: Experimentos Coreográficos en México). Es un estudio de prácticas coreográficas experimentales que ocurren en México y que crean alternativas de ser, crear, y estar en el mundo. El proyecto piensa la coreografía y la danza de manera expandida, pensándolos no solo como disciplinas sino como maneras de pensar, actuar y relacionarse con el mundo. Mi práctica coreográfica y de danza se filtra constante, insistente e inevitablemente mientras escribo la tesis, y me aleja del tiempo de escritura más no de pensar sobre el proyecto. Para la tesis, el hecho de que soy coreógrafa y bailarina con una práctica activa es importante teóricamente, ya que uno de los objetivos del proyecto y de mi práctica es explorar la figura de la bailarina como figura filosófica y creadora de conocimiento. Además de la tesis, estoy compartiendo un cortometraje que hice como directora y coreógrafa llamado “Ahínco.” También estoy en las primeras exploraciones de una pieza de performance llamada “Como agua en agua” donde exploro la memoria coreográfica y las historias de los cuerpos de las bailarinas.
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tu creatividad?
Después de muchos años de voltear a ver hacia afuera de la danza, ahora me está llamando mucho el mirar hacia atrás y hacia adentro, pero con otra perspectiva. Últimamente pienso mucho en la bailarina como una figura filosófica y auto referencial. Me interesa mucho estudiar, experimentar y distorsionar las ideas, conceptos, y hábitos que existen dentro de la danza misma y de la figura del bailarín. Fuera de esa obsesión, soy una persona muy curiosa y a mi coreografía la permean muchas cosas, desde los gestos de la gente en la calle, la manera en que un extraño camina, la organización aleatoria de objetos en el espacio, hasta el cine, la literatura, y la pintura.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
El cuerpo es un archivo poderoso. Ahí almacenamos conocimiento, memorias, y regulamos nuestra relación y experiencia con el mundo. Una de mis obsesiones recientes es la relación de la figura de la bailarina con su memoria corporal y coreográfica. En “Como agua en agua” busco investigar eso, me pregunto ¿cuántas coreografías hemos aprendido en nuestras vidas, tanto de danza como de gestos cotidianos, y cómo afectan nuestra relación con el mundo? Pienso que el bailarín es una figura con mucha potencia creativa y política en gran parte por cómo funciona su memoria coreográfica y experiencia propioceptiva del mundo. Yo pienso en la figura de la bailarina también de manera expandida, chiclosa y permeable. Para mi quién sea que tiene una relación de devoción con la danza es una bailarina. Hoy el discurso en el arte contemporáneo y la academia centra mucho al cuerpo más siempre ignora la perspectiva del bailarín. Yo creo que la bailarina es la figura filosófica que mejor puede teorizar al cuerpo ya que lo entiende de una manera práctica. Hoy en día los profesionistas del cuerpo siguen estando relegados a un lugar secundario y marginal, ya que no se considera el conocimiento corporal como conocimiento con valor intelectual.
El tiempo y el cambio son fuerzas inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
El tiempo y el cambio están presentes de maneras muy potentes en la danza. Los cuerpos cambian con el tiempo y por ende nuestra manera de movernos, bailar, y coreografiar cambia. La danza está siempre sujeta al cuerpo y a sus cambios. Yo no me muevo igual que el año pasado, ni cuando era adolescente y estudiaba ballet. Como bailarina siempre estoy en un lugar entre aceptar y entender el cuerpo tengo ahora (¿cómo se mueve, cómo aprende, cómo baila?) y buscar la transformación de ese cuerpo por medio del entrenamiento especializado y permanente que mantiene a nuestra mayor herramienta bien aceitada y disponible para trabajar. El cambio y el tiempo también me han llevado a pensar la danza en otros medios y formatos como el video y la escritura, mis cortometrajes y estudios de doctorado son fundamentales para seguirme preguntando no tanto ¿qué es la coreografía?, sino ¿qué hace la coreografía? ¿cómo me entiendo al mundo desde la coreografía?
Cecilia Granara
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo
estás llevando a cabo?
Estoy pintando, sobre todo con óleos, acrílicos y tintas. Son varios proyectos—unas pinturas para la feria MiArt en Milano con mi galería Cassina Projects, unas pinturas para una exposición sobre la naturaleza de puras artistas mujeres en la galería Soho Revue curada por Claudia Cheng . Poco a poco voy construyendo un corpus
para mi próxima exposición personal que, espero, será en México.
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tu creatividad?
La pregunta me sienta bien porque hoy fue un día de sombra. Para mí, la luz viene a iluminar mi creatividad cuando estoy trabajando. Entonces, creo que, aunque no me sienta llena de luz, tengo que empezar cualquier cosa, pues me ilumino trabajando; algo me pasa y empieza todo a fluir. Si no, me quedo en la cama atrapada en mis pensamientos (que no son realidad). A veces se siente contraintuitivo porque esperamos que nos llegue una idea para empezar, pero mejor empezar, y algo llegará.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
Todas mis pinturas cuentan experiencias personales o situaciones que me imagino. Las transformo dibujando, pintando y dándole títulos que me permiten poner a distancia lo que me pasó y observarlas de otra manera. Es tener una experiencia psicodélica sin tomar sustancias.
El tiempo y el cambio son fuerzas inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
El tiempo me ha permitido constatar que el cambio viene naturalmente. He cambiado mucho en ocho años de pintar, pero hay una esencia que sigue siendo “yo” a través del tiempo. El tiempo me ha enseñando también que entre más pinto, más suceden cosas involuntarias y mágicas que se repiten con los años. Aparecen figuras y temas que empezaron hace cinco, seis, ocho años, que me enseñan cómo va evolucionando mi estado de ánimo y mi relación al mundo interno y externo. Si no pinto no entiendo muchas partes de mi vida. La pintura me permite digerir el tiempo y el cambio. También aprendí que si tengo más tiempo, voy más lenta, y aunque sea más desesperante porque no soy tan paciente, descubro cosas en los tiempos lentos de la pintura que no podía descubrir cuando tenía prisa. Por ejemplo ideas para terminar una pintura que llegan solo siete años más tarde. Una capa o un color que es perfecto y que no habría podido aplicar si no me daba el tiempo.
Paola Jose
¿En qué proyecto estás enfocando tu energía en este momento y con qué medios lo estás llevando a cabo?
Dirijo mi energía hacia múltiples proyectos, explorando la intersección entre la luz, oscuridad espacio y moción. En mi estudio trabajamos en la creación de luminarias y proyectos de iluminación para hoteles, tiendas, casas, bares y performances, generando atmósferas que trascienden lo meramente estético para convertirse en narrativas visuales y sensoriales. Actualmente el proyecto en el que estoy más enfocada es una colaboración con la talentosa artista mexicana Debit, en el performance titulado Sequedad sobrenaturalizada. Este proyecto reimagina las tradiciones monásticas de las Carmelitas Descalzas a través del concepto de la “sequedad naturalizada”, explorando la aridez como símbolo de tránsito y transformación en la oscuridad. La iluminación, en conjunto con la sonorización y la creación musical de Debit, busca sumergirnos en un viaje visceral, evocando el sufrimiento y la resiliencia de mujeres que, en distintos momentos de la historia, han enfrentado la opresión con inteligencia, arte y resistencia espiritual. Muchas de ellas fueron perseguidas y asesinadas durante la Inquisición, mientras que otras, como Sor Juana Inés de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, desafiaron las normas establecidas con sus palabras, su pensamiento y su legado. A través de esta obra, nos preguntamos si estas mujeres realmente eran prisioneras de su condición monástica o si, por el contrario, encontraron en su reclusión una forma de verdadera libertad. Para materializar este proyecto, el proceso comienza en el diálogo y la exploración conceptual. Converso con Debit, comprendo su investigación, su visión y los elementos históricos y filosóficos que sustentan la obra. Mi papel es traducir toda esta carga simbólica en luz, creando una atmósfera que no solo ilumine, sino que conmueva. Cada fuente de luz está pensada para generar una respuesta emocional, creando sombras, destellos, penumbras y transiciones que envuelven al espectador. Para mí, la emoción es el eje central de toda manifestación artística. Antes que la imagen y antes que la palabra, está la sensación, la respuesta visceral que nos atraviesa sin necesidad de explicación. Si el arte no se siente, si no nos provoca, si no nos confronta, ¿para qué existe?
¿En qué elementos encuentras la luz que ilumina tu creatividad?
A mí lo que me inspira, lo que siempre ha encendido mi creatividad, son mis emociones en su estado más puro: lo carnal, lo visceral, lo que se siente antes de poder ser nombrado. Hay elementos externos que, por supuesto, influyen en mi proceso, referencias que me atraviesan y me moldean. Pero si profundizo en lo que realmente ilumina mi creatividad, descubro que es la sombra. Mi búsqueda creativa no parte de la luz evidente, sino de la penumbra que la antecede, de los rincones oscuros que, en su profundidad, revelan verdades más auténticas. Explorar esos espacios de incertidumbre es enfrentarse a geografías nocturnas ocultas, territorios que pueden dar miedo, pero que contienen una verdad esencial. Para mí, el arte no es solo una manifestación externa, sino una travesía interna hacia esos lugares que preferimos no mirar, pero que son parte de lo que somos. Muchas veces, en esos territorios, no hay respuestas. No hay necesidad de entender con la mente lo que solo puede sentirse con el cuerpo y el alma. No se trata de racionalizar, sino de habitar la sombra, de sumergirse en ella sin miedo y abrazarla con totalidad. Es ahí, en la intimidad de la
oscuridad, donde encuentro la materia prima de mi creación. Lo que yace en lo más profundo de mi ser—ese cúmulo de sensaciones, de memorias, de
instintos—es lo que me impulsa a crear. Expresarlo, darle forma, materializarlo en luz, en espacio, en atmósfera, es mi manera de hacer tangible lo intangible, de compartir lo que muchas veces solo puede ser sentido. Para mí, la sombra no es ausencia, es origen, es posibilidad, es el punto de partida de todo lo que me inspira.
¿Cómo transformas la memoria y la experiencia en arte?
Un ejemplo claro de cómo la memoria se transforma en luz es la colección Yacaman, mi
primera serie de luminarias. Este proyecto nació del duelo, del amor y de la necesidad de
convertir la ausencia en algo tangible, algo que pudiera tocarse, sentirse. Es un homenaje a mi
padre, un hombre de ciencia, un médico brillante que entendía la luz como herramienta de
sanación. Cuando era niña, solía visitarlo en su consultorio. Recuerdo aquellas enormes lámparas metálicas suspendidas en el aire, frías, precisas, como ojos que todo lo veían. Su luz era quirúrgica,
descendía con exactitud sobre la herida abierta del paciente, revelando carne, hueso, sangre,
dolor. Pero también revelaba esperanza, la posibilidad de restaurar, de reconstruir, de sanar.
Con el tiempo, entendí que esas luminarias no eran solo máquinas, sino símbolos. La luz que mi
padre dirigía hacia el cuerpo enfermo para curarlo se convirtió, en mi memoria, en una metáfora
de la luz que yo misma necesitaba para darle forma a mi arte. Ahora, esas lámparas ya no
cuelgan de un techo blanco de hospital, sino que renacen en mi obra como esculturas de luz,
como faros que iluminan el espacio y, al mismo tiempo, el recuerdo. La colección Yacaman es mi forma de mantener viva su presencia. La luz no muere, solo cambia de dirección. Y así, en cada una de estas piezas, él sigue brillando, en mi, infinito.
El tiempo y el cambio son fuerzas inevitables. ¿De qué manera han moldeado tu arte y tu forma de crear?
Es aterrador, pero a la vez reconfortante, comprender la impermanencia de las cosas. Aceptar que todo en este mundo es transitorio—la vida, la muerte, nuestras emociones, nuestras certezas—me ha llevado a una profunda introspección. He aprendido que la existencia es cíclica, que nada permanece inmutable, y que, paradójicamente, en esa efimeridad radica una especie de verdad. Todo lo que conocemos se transforma, se diluye y renace en nuevas formas. Y, sin embargo, hay algo que se mantiene firme: la esencia de ser unx mismx. En mi camino, han sido muchos los años de lucha interna y externa para aceptar quién soy. Crecer y existir como persona de la comunidad LGTB+ en una sociedad profundamente heteropatriarcal ha sido un desafío constante. He tenido que enfrentarme a una estructura rígida y violenta que busca encasillar, normar y excluir. Pero, a pesar de todo, he resistido. Fundar mi propio estudio ha sido un acto de rebeldía y de afirmación, un espacio en el que puedo expresarme libremente en un mundo profesional dominado por hombres heteronormados. En este entorno, mi existencia misma es un acto de disrupción, de resistencia. Por eso, mi arte no busca encajar ni complacer; mi arte es un grito, una ruptura, una sombra que desafía la luz establecida. Me han dicho que es diferente, que es oscuro, que se sale de lo convencional. Y es cierto. Porque para mí, las normas están hechas para ser cuestionadas, para ser rotas si es necesario. El arte, al igual que la vida, no puede ser estático. Debe ser una fuerza en movimiento, una
herramienta de cambio, una manifestación de lo que somos y de lo que nos negamos a ser. Y en
esta lucha, en esta eterna confrontación con lo establecido, encuentro mi verdad.