
Nos reciben Merike Estna (Estonia, 1980) y Paula (2025, acrílico y óleo sobre tela), una segunda de enorme formato, quienes han convertido la galería en un lugar que existe entre el cuerpo y el mundo, como aquello que se encuentra dentro de la matriz. Ten thoughts on painting revela mucho acerca de la(s) maternidad(es), incluso revela, de una manera más poética que anatómica, las imágenes que se producen dentro del cuerpo durante la gestación. La artista otorga al lienzo un aspecto ciertamente corporal, donde la pintura parece formar membranas celulares, tan abstractas como orgánicas, integrando una sensación de transparencia que nos permite ver a través de los tejidos del cuerpo. Las cadenas son una figura recurrente que se presenta de distintas maneras a lo largo de la muestra; las miles de manos que formaron la Cadena Báltica en 1989, pequeñas cadenas metálicas aplicadas al lienzo y la estructura de Black lace weaver, y el cordón umbilical como una cadena simbólica.
Merike habla desde la experiencia personal con su reciente embarazo, y a partir de su propio cuerpo dialoga con otros procesos de maternidad, de esta manera forma una relación que se extiende hacia imágenes simbólicas, históricas y políticas, interconectando lo que ocurre dentro de sí misma con un todo. La vida, desde que comienza a formarse, es atravesada por todo tipo de imágenes.
Lo femenino inunda la galería, en toda la amplitud y complejidad de la palabra, pero existe otro vínculo visual recurrente: las estrías. Las estrías se producen cuando un tejido se moldea, se encoge y luego se estira, impactando las fibras y dejando una marca visible en aquella superficie que ha sido transformada. En el caso de Merike Estna las estrías están en la piel, mientras que con César Rangel se trata de las estrías del tiempo, ambos tejidos que viven y que cambian.
Remotas imágenes, familiares más no inmediatamente reconocibles, aparecen sobre el brillante acrílico azul como un sueño que apenas recordamos. Señora lapislázuli tiene un efecto muy particular, logrado a partir del sometimiento de una placa acrílica a la fricción de una lija húmeda, resultando en imágenes de polvo blancuzco que saltan a la vista gracias al contraste que guardan con el soporte. La técnica de la albigrafía, desarrollada por César Rangel, permite que las imágenes sean descubiertas y no añadidas como en la pintura tradicional, haciendo de este proceso artístico algo casi arqueológico.
La obra sucede dentro del abismo del tiempo, en donde lo ancestral tiende al sincretismo, las tradiciones mesoamericana, grecolatina y judeocristiana se encuentran en la eternidad para habitar el cuerpo femenio, antiquísimo símbolo y fértil microcosmos. Lo femenino muchas veces es contradictorio; es la vida y también su destrucción, es lo ritual y también lo vulgar, es la carne y también el alma, es lo obvio y también el secreto mejor guardado, y así se vuelve evidente que las contradicciones sólo existen juntas dentro de un sistema cíclico. Esta serie aplasta y eleva el espíritu, enfrentándonos con lo femenino en cada etapa del ciclo.