
Experiencias de crecimiento, olvido y encuentro de la identidad son los temas que protagonizan la obra de Haley Elizabeth Anderson, cineasta, escritora y artista visual basada en la fotografía.
Su estética híbrida entre documental y ficción es el espacio que le da cabida a Tendaberry, su última película, disponible en MUBI. Ambientada en la ciudad de Nueva York, la película sigue a Dakota, una protagonista de 23 años, mientras atraviesa la vida después de que su novio se va a Ucrania, con Coney Island y Brighton Beach como telón de fondo.
En esta conversación, logramos acercarnos a la auténtica mirada sensible de Haley como directora del proyecto a lo largo de la producción y de su propio camino individual.
Esta película se siente íntima y expansiva a la vez, situada en un momento muy específico, pero cargada de emociones universales. ¿Cuál fue el impulso inicial que te llevó a hacerla?
Originalmente era una película sobre varias personas, y terminó siendo sobre un solo personaje. La intención era habitar el punto de vista de cada una de esas personas al menos por unos minutos, a lo largo de un año. Quería sentir sus luchas individuales, porque al final las reuniría a todas como partes pequeñas de un todo. En el proceso, tuvimos que recortar varias líneas narrativas y terminamos enfocándonos en Dakota.
Con ella quería que se sintiera su punto de vista, que fuera inmediata, con textura. Pensé mucho en mi propia mirada, en los detalles que observaba, incluso en las fotos que tomé con mi celular a lo largo de los años en la ciudad. Esa intimidad viene de eso: de estar muy consciente de cómo ves el mundo y de los detalles que vas recolectando con el tiempo—especialmente cuando vives con alguien—y de preguntarte qué texturas permanecen cuando esa persona se va. Pensaba en cómo la ciudad sigue igual, y cómo el pasado también se ve afectado. Vivo en Coney Island, la playa es mi barrio, así que también quería hacer una pieza que hablara de esos lugares y los incluyera.
Es muy poderoso. Hoy en día, a veces no sabemos ni cómo percibir lo que pasa a nuestro alrededor. Sobre el lenguaje visual del proyecto, se siente profundamente evocador. ¿Cómo desarrollaste ese enfoque estético para la película?
Hablé mucho con el equipo de música, incluyendo al director, quien es músico —aunque yo intento serlo a veces también. Lo primero que dijo cuando empezamos fue que el guión le hacía imaginar que estaba parado en un estacionamiento vacío cubierto de nieve, a cómo sonaba y se sentía eso. Desde ahí empezamos a construir una playlist.
Cuando comencé el proyecto, decidí que la narrativa ocurriría en un universo que iba de 2014 a 2019. Así que el soundtrack fue pensado como una estación de radio, algo como Hot 97 conmúsica que sonaba en los clubs, pero también jazz y otros géneros. En ese tiempo estaba escuchando mucho a Carlos Niño, a una artista de Londres que se llama Control, también a Yaeji y a PinkPantheress. Todo eso nos influyó. Igual, el álbum Wildflower de The Avalanches fue una experiencia enorme para mí, por toda la textura que tiene.
También nos influenciaron películas como Rosetta, de los hermanos Dardenne. No queríamos hacer referencias directas, pero esa película fue nuestra estrella guía, por el flujo, la forma en que capturan a la protagonista, que está prácticamente en todos los planos. Hay una fiereza y un caos visual que se entrelazaron con los elementos de nuestro rodaje.
En la historia hay una sensación de inestabilidad y tensión silenciosa. ¿Cómo trabajas la atmósfera en la construcción de tus narrativas?
Para mí todo parte de observar lo que tienes enfrente, y de sentirlo. No queríamos fabricar una emoción, sino capturarla. Así que la atmósfera era lo que estaba ahí. Me gusta pensarlo así. Claro, haces “Cine” y hay sonido, así que tuvimos que estar muy atentas a lo que Dakota escuchaba en su departamento. El sonido es probablemente uno de los aspectos más importantes de la película.
Incluso en el guión, ya se oía el tren pasando afuera, el clic del radiador adentro, los vecinos discutiendo al lado—eso tenía más peso en el guión que en la película final. Capturar la esencia real y orgánica de cada escena era clave.
El tiempo, la distancia y la desconexión están muy presentes en el ritmo del film. ¿Cómo trabajaste el espacio y el silencio como herramientas narrativas?
El silencio me encanta. Creo que la película es difícil de ver justamente por eso, por el silencio. En Nueva York hay una especie de silencio ruidoso. También pensaba en sonidos del computador, como el timbre de Facebook. Recuerdo muchas conversaciones donde ese sonido me alertaba, y aun cuando esa etapa ya había pasado, si volvía a escucharlo en otro lugar, me generaba una reacción emocional.
Construir el espacio casi como un personaje y verlo transformarse con el tiempo también valía la pena. Ese departamento cambiaba junto con Dakota, y creo que hay una película que se ve en pantalla, y otra que ocurría detrás de cámara, para nosotrxs como equipo. Fue muy interesante ver esos paralelismos entre el cambio y lo que permanece. Incluso cuando algo cambia, pero aún se siente igual, como Coney Island, que se ha incendiado muchas veces en la historia y aún así sigue siendo la ciudad en sí misma. Así también nosotros podemos atravesar incendios en nuestras vidas y seguir siendo, en algún sentido, quienes somos.
¿Qué te enseñó este proyecto sobre ti misma durante el proceso?
Soy una persona completamente distinta a la que empezó este proyecto, así que responder estas preguntas se siente como volver a esa versión de mí. Pero algo que tenía muy presente era aceptar el cambio y la transición, porque hay fuerza en fluir con el tiempo.
Aprendí mucho sobre mí como directora y sobre lo que no quiero hacer en el futuro. Amo la libertad de filmar con actores primerizos y en locaciones reales, durante eventos reales. Disfruté mucho eso, y también los retos de hacer algo “producido” en medio de esos momentos. Me gustó la dificultad. Me encantó aprender a cambiar el rumbo del guión, a “matar nuestras joyas”(killing our darlings).
Espero poder hacer algo que no cambie tanto en el proceso, algo que escribas con intención y que se traduzca fielmente en pantalla.
¿Qué conversaciones esperas que despierte esta película, especialmente entre jóvenes que atraviesan futuros inciertos?
Bueno, el mundo es extremadamente incierto ahora mismo, y espero que esta película les pueda dar algo de esperanza y estabilidad, porque cuando yo pasaba por ese momento, me consolaba pensar que mis problemas probablemente eran pequeños comparados con los de otras personas y con lo que ocurre en el mundo. Eso te pone las cosas en perspectiva, te hace sentir que eres solo una pieza dentro de un universo con millones de piezas.
Así fue como logré sentir el conflicto como algo compartido, en lugar de aislarme, porque existe una tristeza colectiva. También me gustaría que pensaran en cómo se mueven por el mundo, en cómo sus decisiones impactan a otras personas. Que se reconozcan como parte de una experiencia común, no solo individual. Porque somos interdependientes de quienes nos rodean.