Profundidades del silencio
Entrevista con Leonel Vásquez
(CULTURE)

EL SILENCIO OTORGA EL ESPACIO PARA LA CONTEMPLACIÓN Y EL DESARROLLO DE PENSAMIENTOS PROFUNDOS, SIN EMBARGO, ENCONTRAR ESTOS MOMENTOS DE SILENCIO EN NUESTRA COTIDIANIDAD, REQUIERE QUE NOS DEMOS PERMISO DE CREAR ESE ESPACIO, PRACTICAR LA ESCUCHA ACTIVA DE AQUELLO QUE ES SILENCIOSO EN NUESTRO ENTORNO, O INCLUSO DENTRO DE NOSOTROS MISMOS.

EL ARTISTA SONORO COLOMBIANO LEONEL VÁSQUEZ, ENFATIZA EL PODER Y EL PAPEL DEL SONIDO EN LA ACTUALIDAD; LA ESCUCHA CON ATENCIÓN EN EL PRESENTE, DESEMBOCA EN SU TRABAJO.

“CANTOS RODADOS” ES UNA DE SUS ÚLTIMAS MUESTRAS; DENTRO DE UN ESTUDIO DEL AGUA Y DE LAS PIEDRAS, VÁSQUEZ SE SUMERGE EN LA FORMA MÁS ÍNTIMA DEL TACTO Y SU CONEXIÓN, ESPECÍFICAMENTE EL ROCE ENTRE LAS PIEDRAS, REVELA LOS SECRETOS OCULTOS, ACUMULADOS A LO LARGO DE LOS AÑOS. EL CANTO DE ESTAS PIEDRAS, NOS ENVUELVE EN UNA SALA QUE ACTÚA COMO TESTIGO DE ESTOS SECRETOS, UN CONOCIMIENTO ANCESTRAL, QUE NOS INVITA A RECONOCERNOS A TRAVÉS DEL SILENCIO Y DE LAS SENSACIONES GENERADAS POR LOS SONIDOS DE LAS PIEDRAS.

ESTAS PIEDRAS, VIVAS COMO EL AGUA, COMO MILLONES DE PARTÍCULAS QUE SE ENSAMBLAN UNAS CON OTRAS, CONFORMAN UNA SINFONÍA ÚNICA, QUE REFLEJA NO SOLO SU ENTORNO O CONTEXTO EN EL QUE FUERON LOCALIZADAS, SINO TAMBIÉN, SU LUGAR EN EL MICRO Y MACROCOSMOS. LA IMPORTANCIA QUE ESTAS TIENEN PARA EL ARTISTA, CONTRIBUYE A UNA MISIÓN MÁS GRANDE: LA INTELIGENCIA PLANETARIA.

¿CÓMO PERCIBES LA RELACIÓN ENTRE EL SONIDO Y NUESTRA EXPERIENCIA DE LA REALIDAD?
Desde el punto de vista humano, la realidad es construida a través de la percepción y el sonido. La escucha en este caso, cumple un papel importante para la configuración de la percepción, pero algo que es importante resaltar en este planteamiento es que, si bien hay cosas que escuchamos, hay otras que no escuchamos, es decir, el silencio nos dice tanto como lo que suena, entonces la realidad no solamente se expresa a través de sonidos, sino a través de silencios, y esos son espacios donde caben preguntas, misterios, y una infinidad de cosas.

Yo veo los silencios como la sombra de la realidad, para mi, es parte constituyente de la misma realidad, estos espacios terminan modificando o alterando, dándole orden y sentido.

Por ejemplo, solíamos creer que los mares eran silenciosos. Jacques Cousteau, en su primer filme “El mundo submarino” (1966), compartió esta percepción. Sin embargo, descubrieron que el mundo submarino estaba lejos de ser silencioso. Aunque el enfoque original era crear un documental visual para mostrar la belleza marina, la realidad era diferente. Creo que esta perspectiva refleja cómo la sociedad misma existe y se desarrolla, influenciada tanto por avances tecnológicos, como culturales. A través de su trabajo, Cousteau logró capturar la esencia del extenso océano azul, un lugar lleno de sombras, misterios y silencios. La inaccesibilidad y la complejidad del océano le dieron un aura de misterio, donde la vida florece y ocurre sin la agencia del sonido.

Hoy en día, el sonido tiene una agencia absolutamente importante en todos los entornos. Cuando nos referimos al sonido, estamos hablando del campo audible para el humano, pero también no audible, por encima de las frecuencias bajas, se desarrolla un tipo de vida que incluso las percibe y hace uso de estos escenarios acústicos para su desarrollo vital.

Las ballenas, por ejemplo, se comunican en un rango de frecuencia de 5 a 40 hertz, para nosotros eso es un subsonido. Por lo tanto, apenas lo percibimos; lo sentimos de forma tenue pero no lo captamos completamente. Este rango es fundamental para la comunicación de muchas ballenas.

Así, percibimos la realidad de manera limitada a través del sonido, lo que nos invita a actuar con prudencia y a intentar amplificar nuestra capacidad de comprensión. Esto implica potenciar nuestras habilidades orgánicas, fisiológicas y mentales, y especialmente abrirnos a una escucha amplificada. Normalmente, prestamos atención a los sonidos externos, pero rara vez escuchamos hacia nuestro interior. Si nos tapamos los oídos y escuchamos hacia adentro, descubrimos una variedad de frecuencias, vibraciones, materiales y fluidos que generan una respuesta sónica dentro de nosotros.

¿Quién mejor para auscultar nuestro propio cuerpo que nosotros mismos? Sin embargo, generalmente son los médicos quienes nos examinan cuando queremos entender qué nos sucede. Conocemos muy poco sobre los sonidos que emite nuestro organismo y su significado. Este campo de la realidad está limitado no solo por nuestras capacidades fisiológicas, sino también por nuestra disposición, comprensión y deseo de autoconocimiento. Esto demuestra cómo la sociedad ha instrumentalizado todos estos aspectos.

Hay objetos que hacen todo por nosotros, incluso nos ayudan a escucharnos a nosotros mismos, a comprender lo que nos sucede internamente. No es que debamos saberlo todo, pero hay ciertos aspectos y conocimientos esenciales que deberíamos experimentar por nosotros mismos. Las comunidades que habitaban los territorios antes del desarrollo industrial o del modernismo tenían que cultivar su autonomía, desarrollar sus conocimientos y tecnologías, y crear herramientas para resolver problemas básicos, y la escucha era una de ellas.

La auscultación no es un concepto exclusivo de la medicina; es el acto de crear significado a partir de la escucha. Es el acto de imaginar a través del sonido, construyendo una percepción a partir de lo que se escucha.

El sonido es mucho más que simplemente el subproducto residual de nuestras actividades, constituye un campo de agencia poderoso. En la actualidad, la ciencia emplea el sonido para diversos propósitos, como en la oncología, donde se utiliza el ultrasonido para abordar los desórdenes celulares a niveles atómicos y subatómicos, transformando la materia. Una investigación reciente indagó en ¿qué provocaba más erosión?: ¿el sonido de una bota al golpear una roca o la presión mecánica del agua sobre las micropartículas rocosas? El resultado mostró que el agua, al golpear la roca, genera una mayor capacidad sonora. Este sonido produce pequeñas explosiones que desintegran las unidades y los estados energéticos de la materia, lo que posibilita la erosión de la roca.

El sonido sana, el sonido mata.

¿CÓMO PERCIBES ESA RELACIÓN ENTRE NATURALEZA Y TECNOLOGÍA, Y DE QUÉ FORMA CREES QUE ESA TECNOLOGÍA SE PUEDE ADAPTAR A LA NATURALEZA?

La respuesta la podría orientar hacia los modos técnicos en los que intermediamos la vida. Nuestra vida es un producto de una mediación técnica de cada instante, desde nuestra llegada a este mundo hasta que salimos. Esta mediación implica procesos, transformaciones, métodos, alteraciones, así como la manipulación de materia y energía, aspectos que experimentamos constantemente. Es parte intrínseca de nuestra condición: vivimos en un mundo en el que la ausencia de mediaciones técnicas sería inconcebible.

Necesitamos tecnificar la naturaleza para poder satisfacer las demandas de una sociedad y una humanidad a escala planetaria. Creamos invernaderos, realizamos cultivos, abonamos tierras, utilizamos fungicidas y empleamos una serie de recursos para resolver estos desafíos, ya que esto es inherente a la condición humana. A esta teoría de los sistemas planetarios se le llama tecnosfera, es decir, el ser humano, a través de su habilidad manual y su capacidad cerebral, especialmente la parte frontal responsable de la razón y la producción de un conocimiento profundo, condiciona desde ahí al resto de los sistemas. Los otros sistemas son la biosfera, que abarca las distintas formas de vida orgánica que sostiene la Tierra, y la geosfera, que incluye todas las sustancias minerales y la relación con la materia inorgánica. Estos son los tres sistemas en los que nos desenvolvemos. Desde los albores de la humanidad, ha habido un proceso de acoplamiento que ha pasado por diversas fases.

Las fases están relacionadas con los avances técnicos. Cuando no teníamos la capacidad de almacenar la energía que ahora tenemos, cuando nuestras necesidades energéticas eran diferentes, todo era muy distinto. Con las condiciones actuales que nos permiten alterar desde lo micro hasta lo macro, estamos generando cambios en el ADN, y al mismo tiempo, dejando huellas en la geosfera.

Lo que estamos observando en este proceso de acoplamiento es una gran influencia de la tecnósfera, pero no necesariamente una colaboración simbiótica con la geosfera y la biosfera. Nuestras acciones están poniendo en crisis y alterando los sistemas de acoplamiento natural que podrían existir entre los diferentes sistemas. La manera en que estamos procediendo está dejando huellas e introduciendo nuevos aceleradores e impactos a una escala que aún desconocemos, y en una latencia de la que apenas somos conscientes. La latencia es un tema importante, porque habla de los ritmos y los tiempos para la asimilación y la homeostasis, los equilibrios que no se alcanzan de la noche a la mañana.

El tema es que esto comenzó a ocurrir no ahora, sino hace doscientos o trescientos años, o incluso más. Podemos identificar diferentes hitos dentro de la revolución humana de la tecnosfera, y uno de ellos es la revolución industrial. Esto incluye la necesidad de materias primas, especialmente la deforestación y todo el proceso de configuración de la industria extractivista, y el uso de energías fósiles. Todo esto no empezó recientemente, sino hace mucho tiempo. El problema radica en la escala del impacto que esto ha generado en términos de tiempo para la recuperación y el restablecimiento del equilibrio, lo cual implica un nivel significativo de latencia. Entonces, ¿cuál es el problema?

Que entre biosfera y geosfera han tardado los millones de años que tiene el planeta para poder acoplarse, cuando llega el humano que está en el último episodio de la historia planetaria, altera ese ciclo y esas dinámicas, esta alteración pone en crisis todo el sistema y quizás es lo que estamos viendo ahora, y los peligros a los que la ciencia y muchas comunidades alrededor del mundo está luchando para que lo notemos y actuemos.

La inteligencia planetaria se refiere a la capacidad simbiótica, la producción de homeostasis, o lo que el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana llama autopoiesis: la habilidad de un organismo o sistema para auto-sostenerse. Esto implica no socavar, empobrecer ni arruinar la vida de otros para mantener la propia, sino establecer un diálogo fluido de entrada y salida, de energías que fluyen en ambos sentidos, procesos recíprocos de ayuda y equilibrios turbulentos, ya que los equilibrios siempre

son turbulentos cuando no hay más peso. La turbulencia aquí ha alcanzado otra escala; la inteligencia planetaria es el proceso de maduración, lo que la tecnosfera genera para la biosfera; y la esfera adquiere conocimientos propios de alguien que todavía está en un estado precoz de su inteligencia.

El propósito, y creo que es un propósito que guía mi trabajo en el arte, así como mi apuesta ética y política, es contribuir a una inteligencia planetaria desde lo humano. La naturaleza nos ha mostrado que tiene formas de adaptarse y acoplarse. ¿Cómo podemos nosotros adaptarnos? ¿Cómo podemos, desde el arte, lo estético, lo sensible, contribuir a esos modos orgánicos propios en los que la naturaleza requiere ritmos, tiempos y alcances específicos? Ajustar nuestra escala, nuestra métrica, nuestro ritmo es un tema que me interesa profundamente.

¿EN QUÉ MANERA HA EVOLUCIONADO TU RELACIÓN CON LA NATURALEZA A TRAVÉS DE TU TRABAJO?

Para mí, la escucha ha sido el método de investigación por excelencia. No se trata únicamente de un método con objetivos teóricos o pragmáticos, para mí, la escucha va más allá; es también un método de investigación espiritual que aborda otros aspectos.

Lo he empezado a evidenciar, a respetar, y a darle un lugar importante en lo que hago, y he aprendido mucho de la naturaleza a partir de la escucha. Ha sido el estar en un constante diálogo a través del sonido, especialmente de las aguas, las rocas, los vientos y el ir ahí una y otra vez, tener tiempos de intimidad más allá de la esfera del arte, sino de mis espacios, los espacios que me definen, mis espacios ontológicos, ahí empiezan a aparecer mensajes, cada uno de esos encuentros maravillosos se da por bocados, me va entregando cosas a lo largo del tiempo. Los ríos, las aguas, me han enseñado a entender la dimensión viva, resiliente, enérgica en la que se expresa la naturaleza, y yo creo que precisamente los modos de escucha tiene tramitaciones tecnológicas.

Normalmente, realizo registros utilizando mi grabadora y micrófonos especiales. En el agua, empleo principalmente hidrófonos; algunos están diseñados para fines científicos, mientras que otros son para audio. En la actualidad, fabrico mis propias tecnologías para escuchar y percibir aspectos mucho más detallados, según el proyecto de investigación.

Pensando en las aguas profundas, en los movimientos de las masas de agua, en los ritmos, no se trata solamente de documentar o divulgar la vida. Eso me parece hermoso, pero voy más allá; es una fase en mi proceso. Empiezo a participar e interactuar con la naturaleza. De alguna manera, participar también implica interferir o contaminar. Hay una suerte de contaminación y alteración ahí. No niego nada de eso, porque sería negar mi condición como ser humano. Vuelvo a la idea de que no es una especie de excusa ética, pero creo que la escala y los propósitos definen el impacto de lo que hacemos. Una cosa es intervenir y afectar a la escala de lo que estoy haciendo y para lo que lo hago, y otra cosa es pensar en el modelo extractivista que hemos construido y que estamos ejecutando.

Cuando comienzas a interactuar con la naturaleza desde la investigación, descubres aspectos únicos de sus mensajes. Durante muchos años, realicé grabaciones en los ríos, desde su nacimiento hasta su desembocadura, pero perdí las etiquetas de los lugares donde hice los registros; la mayoría de esas grabaciones fueron realizadas con hidrófonos. En algún momento de la investigación, me propuse como ejercicio tratar de identificar dónde había grabado cada sonido. Fue sorprendente descubrir que me costaba trabajo identificar el origen de cada una de esas grabaciones a través del sonido. El río en su nacimiento es cristalino, caudaloso, juguetón, al paso por la ciudad y alimentado por las alcantarillas y por todas las aguas servidas, empieza a ponerse más oscuro, turbulento, pesado, abierto, empieza a generar escozor, al salir de la ciudad, sale casi muerto.

Escuchaba los audios, y creía poder representar en mi mente el estado de salud del río, pero no fue así. Aunque algunas características podrían confundirme y hacerme pensar en momentos que parecía más muerto que vivo, no necesariamente coincidían. Al final, la respuesta es que el río estaba vivo, y la expresión de su vida es precisamente la riqueza de su sonoridad. Para la sociedad, es mucho más fácil considerar un río muerto, ya que no requeriría acción alguna, simplemente continuar como siempre. Sin embargo, al escuchar el río, uno se da cuenta de que tiene un ímpetu y una vitalidad que nos están diciendo algo. Podríamos decir que el sonido del río es su respiración; el río está vivo y respirando. No es anaeróbico; en algunos momentos, quizás más difíciles que otros,

está desplegando todo su potencial de resiliencia y restauración. Otra cosa que me parece maravillosa de la naturaleza es que no mira para atrás, nunca está pensando en lo que le pasó, ni en lo que vendrá, sencillamente está y en ese estar desarrolla todo su potencial de energía vital, y eso es un río contaminado, ese es el río Magdalena en México, y el río Magdalena en Colombia, un río que tiene sus dificultades pero cuando lo escucho es enérgico y lleno de vida. Nuestro cuerpo es agua; nuestras sinapsis cerebrales

se desarrollaron en medio del líquido amniótico. Comenzamos a respirar y a experimentar el mundo incluso antes de nacer; nuestra primera experiencia auditiva fue subacuática, en medio del líquido amniótico. Le debemos tanto al agua y somos tan parte de ella, que lo que necesitamos es encontrar maneras únicas de restablecer esos vínculos. Quizás, a pesar de las representaciones desagradables que nos evocan los ríos, en este caso, creo que escuchar el río y sentirlo puede ser esencial.

¿CÓMO CONCEPTUALIZAS ACTUALMENTE EL FLUJO DE ENERGÍA ENTRE LOS SONIDOS?

Bueno, yo no sé si conceptualizar sea lo que uno hace cuando hace arte, pero por supuesto que atraviesa el sentido, y el sentido podrá generar el concepto. El hecho de que atraviese el sentido me parece que es bien importante, porque no podríamos concebir absolutamente ningún tipo de experiencia o información si no hay una experiencia de las cosas.

Cómo interpretar los distintos mensajes en “Canto Rodado”: estoy trabajando con los silencios que surgieron a través de una intervención en un río en la parte norte de Colombia, una zona desértica similar al norte de México. Es una región donde hay muy pocos ríos; el más grande es el Ranchería y otros son afluentes pequeños. Este río es el medio de subsistencia de la vida humana y no humana en el territorio. Dependen de él cientos de seres, pero no hay muchas condiciones que favorezcan la exuberancia o la abundancia. Es un territorio que vive en medio de la regulación de los consumos energéticos, especialmente en lo que respecta al agua. Es probable que el río se haya secado, lo cual no solo representa un daño irreparable para los seres humanos, sino también para la vida en general; es decir, un ecocidio.

Estas piedras que empecé a ver y con las que trabajé tanto, provenían de uno de estos ríos secos por el Cerrejón que se había movido hace un tiempo; no hace muchos años, y lo interesante de la imagen del río, es que todavía guardaba su cauce natural y una huella en el color o en la vegetación, casi esperando que le llegaran de nuevo las aguas, pero llevaba alrededor de doce años esperando a que volvieran a pasar las aguas por ahí.

Las rocas tenían una tez muy particular. Como muchos ríos hacen, las trabajan, moldean y les dan forma, esa forma, redondeada, en el ámbito de los geólogos, se define como “cantos rodados”. El canto es la cara, una cara redondeada, entonces, agarré uno de esos cantos rodados y algo me sorprendió. Hace un tiempo estuve trabajando en otro río que Cerrejón iba a trasplantar, y lo que me sorprendió era que estaba agarrando una roca que antes formaba parte de un río y ahora solo era parte del paisaje del desierto. Un río tarda muchos años en configurarse, y ver la desaparición de un río para un humano es una métrica incoherente.

Lo que veía era cómo analizaba esas cosas en la roca. ¿Cuánto tiempo tardó en redondearse de esta manera? ¿Cuánto tardó para que el río la arrastrara? ¿De dónde venía esa roca? ¿Cuál fue el origen de esa roca? Todos los acontecimientos hidrogeológicos que han tenido que pasar para que esta roca tenga esa forma. Lo único que tenía ahí era un material geológico, un hecho geológico, un libro de los tiempos que, a través de su textura, la información que yo podía ver y tocar y percibir, me hacía pensar en esa roca como un libro, como algo que está guardando información sobre su origen.

Me hizo pensar que en cada uno de esos acontecimientos que han configurado la piel rugosa, texturizada, de su forma circular son como, al igual que las grabaciones en los discos, informaciones que podrían ser traducidas, llevadas a un lenguaje en el que uno pudiera interpretar lo que ha pasado ahí. Claro, yo estaba pensando poéticamente, pero luego lo tomé en serio y dije, ¿qué tal si lo volvemos un disco? ¿Qué tal si realmente nos tomamos la tarea de buscar en esas rugosidades, en esos tamaños, en las formas distintas de haberse configurado ese canto rodado unas sonoridades propias? Explorando, encontré ese fenómeno sónico maravilloso, que es hoy en día el proyecto Cantos Rodados.

Es muy interesante porque Cantos Rodados, para nosotros de habla hispana, podemos identificar el canto como la expresión vocal humana, la forma en que los pueblos se han configurado, enriquecido

e intercambiado emociones, la expresión más hermosa que puede surgir de un ser humano, utilizando su propio cuerpo como mecanismo para la expresión. El canto y los cantos, son transmisores de todo, de la vida y de la muerte, de lo racional y lo irracional, los medios de comunicación entre los seres sobrenaturales, los medios de comunicación con los muertos. Tanto hace el canto, y el canto ahí en esta roca, simplemente era canto. No es solo sonido, quiero decir que no es sonido porque es canto. Empiezo a recolectar antropológicamente cómo las rocas han sido vehículos y mediadores de tantas necesidades, rituales alrededor del mundo, cosmovisiones y otras ontologías. Lo que se logra apreciar es esta manera, en que la roca deja de ser una simple cosa, y comienza a ser materia viva, a convertirse en un ser, un sujeto. Dentro de estos sujetos, la roca adquiere la personalidad de las abuelas, esos seres que han vivido la vida, que poseen la capacidad, el tiempo y la profundidad para acompañar un bonito pensamiento, una bonita intención de un nieto.

Eran lugares estables, estabilizantes y tranquilizantes, y estas rocas en estas ontologías expresan eso. Hay un poema de un indígena k’iche’, Humberto Ak’abal, que me gusta sobre eso, que dice: altares de los abuelos, / —escuchas eternos, / duras en su silencio, / durísimas en sus respuestas.

Ahí nos colocan en un lugar donde, por supuesto, son altares, son las abuelas, son silenciosas, en ese silencio, son absolutamente sonoras. Ese dualismo entre el silencio, como lo más cercano a la tranquilidad, cuando los ritmos se reducen, empiezan a tornarse más silenciosos, y estos estados de silencio y serenidad son los estados de la sabiduría, son los estados de la calma, los estados de la serenidad necesaria, para poder tener la proyección y la capacidad necesaria, para poder actuar de manera ecuánime frente a las cosas. Yo creo que eso eran las abuelas.

Ahí conecto las rocas como abuelas, y su canto como el canto de las abuelas; y la práctica de escuchar el canto de las abuelas como una práctica medicinal, en el sentido no de la terapia o del proceso químico-clínico, sino en la manera en que apoyan procesos de sanación, como restauración. En este caso, se trata de los vínculos y los afectos planetarios; ahí es donde está actuando la sanación con las rocas. Y es que eso sucede, entras en un estado de geo-resonancia que nos produce bienestar interior.

Porque he pasado por muchos momentos complicados en estas investigaciones, momentos que podrían describirse como desesperanzadores. Creo que al ubicarlos en el contexto del antropocentrismo, la tecnosfera, la extinción humana, las crisis de valores y la falta de tiempo para actuar, todo esto no hace más que pintar un panorama desolador. Por lo tanto, se vuelve desesperanzador y paralizante. No hay nada que empeore la situación más que convertirse en un sujeto depresivo ambientalmente. Aunque no he investigado mucho sobre este término, lo escuché en alguna charla: sujetos con una nostalgia profunda que los sumerge en un estado de depresión debido a la incapacidad de actuar frente a los ecocidios.

Si entramos en eso, lo que estamos perdiendo es la maravillosa vida activa de un ser humano que podría destinar su vida, su potencial creativo y existencial para ponerlo en función de la inteligencia planetaria, no hay nada mejor que poder entrar en estos espacios de geo-resonancias para salir recuperados, animados, con ganas de encontrar maneras de resolver, por lo menos desde una escala, biopolítica, o una escala del cuerpo que gobernamos y que nos gobierna, poder tener un campo de acción y poder participar en el cambio.

Creo que ese es el problema y esa es la mayor enfermedad, no poder participar del cambio, pero eso no es porque nos están limitando, sino simplemente porque también nos limitamos nosotros mismos. Para mí, ese es el canto de las abuelas, es un modo de trabajar nuestro interior. Por eso, conecto con la escucha como una práctica espiritual, como una forma de identificarnos con lo que sentimos internamente. Termino diciendo que las abuelas se están comunicando con nosotros en este caso.

Vuelvo a la comunicación que establecen los ríos con nosotros. No es una comunicación entre un humano y otro humano, es una comunicación entre un ser y otro ser. Y eso es algo maravilloso que tiene el sonido. El sonido tiene esta capacidad de prestarse para los lenguajes universales, y el lenguaje universal es el de las emociones. Transmitimos emociones a través de los gestos, pero el sonido es uno de esos medios. Creo que las rocas transmiten su mensaje a través de su sonoridad, y su sonoridad traducida en nuestra experiencia a través de las emociones comienza a trabajar nuestro interior, nuestro corazón, nuestras sinapsis cerebrales, y empieza a producir arquitectura de sentido, que quizás uno no. pueda racionalizar de manera inmediata o no encuentre al instante

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