Fiel a su lenguaje conceptual, el artista mexicano Stefan Brüggemann presenta en México la serie Dos Líneas (Fe); un conjunto de piezas, que se caracterizan por estar cubiertas por una superficie de oro, cuyos gestos y texturas, buscan entrar en un diálogo directo con la colección novohispana del Museo Nacional de Arte MUNAL. Un proceso que él mismo describe como “Un reto, de cómo hacer que una propuesta se integre a la colección, cuestionar qué ha pasado con su discurso, y cómo se puede hacer que una obra siga su legado, desde una visión contemporánea; no necesariamente contestataria, pero que sí te haga hacer ciertas preguntas”.
Las piezas de esta muestra, nacen en el contexto de la crisis sanitaria del 2020, un acontecimiento histórico que para el artista representó una “crisis tanto del dominio de la fe, como en el ámbito de lo económico; dos esferas que resuenan en la historia del arte, con el uso del oro” como lo explica el curador de la exposición Daniel Garza-Usabiaga.
De tal forma, e influenciado en gran medida por el legado de Mathias Goeritz, las superficies metálicas, los mensajes y simbolismos de estas obras, buscan evocar e interactuar con la luz, apelando a un simbolismo religioso, y remitiendo a la presencia de lo divino, presente en las obras del MUNAL.
Además, comenta Daniel Garza-Usabiaga, que cada pieza tiene la intención de “abarcar la presencia del espectador, intentando envolverlo ocupando su espacio central, y creando una especie de atmósfera”, esto sin duda, invita a la reflexión personal sobre el impacto que el arte religioso tiene en nuestra cultura, además de ser el punto de partida, para la actualización de ciertos símbolos y relaciones que tenemos con materiales como el oro.
Por su parte, la paleta de color de aerosoles en rojo, blanco y negro que destacan en la exhibición, son comunes en la producción de Brüggemann, pero en este contexto, podemos encontrar escrita a modo de graffiti una frase en latín de San Agustín, cuyo gesto expresivo se puede relacionar perfectamente con una condición urbana, o incluso de protesta, como ‘la invitación a un salto de fe, necesario para entender la obra artística’.
El resultado de este encuentro, ha sido un exitoso ejercicio creativo tanto para el MUNAL como para el mismo Bruggermann, que describe como “emocionante, al hacerme consciente del poder que tiene el arte, que aún con cientos de años de diferencia que pueden existir entre la obra del museo y la mía, al final sigue teniendo esa capacidad de comunicar y transmitir un sentimiento; que a través de un respetuoso diálogo, se puede crear una valiosa aportación contemporánea”.