
En el marco de la celebración de los 35 años del Maquinazo, el Museo Carrillo Gil presenta una serie de jornadas de performance con la participación de lxs artistas Izabella Benedetti, Mariana Dussel y sebastián(a)morado.
“Ante la pregunta de qué hacer con el espacio expositivo en los momentos de no-performance, los curadores optaron por montar una exposición documental sobre la historia de este medio”. —Julia Pérez Schjetnan, curadora de la exhibición.
En la muestra de Sebastián no, móvil, órgano, móvil, ó, hallamos una selección de piezas elaboradas en su artesanía, reflejando ciertos órganos y extremidades del cuerpo instaladas en una constelación de cuerpo mutilado sobre un muro que dialoga con las otras caras del espacio que presentan dibujos de la artista.
El performance consiste en que aquellas partes que naturalmente no vemos fragmentadas se exhiben íntegras en la esencia de un movimiento orgánico, controlado por la artista, detrás del muro que las sostiene.
Los movimientos son desorganizados y ninguna potencia se expresa en eterna frecuencia; sin embargo, la presencia de la mirada se captura en un trance incentivado por la mecánica móvil de cada pieza en (des)armonía con el sonido que emite aquella danza.
El impacto que se produce en consecuencia de la variabilidad se transforma en una experiencia sensible y profunda. Al observar la escena conjunta o fragmentada, el espectador recibe información diferente de cada sonido, movimiento, traba y silencio.
En ocasiones, la voz que motiva cada movimiento se percibe urgente de expresión, como una ráfaga metálica que se encuentra con la elevación de los órganos, con el tránsito de la piel. Aunque también, se protagonizan transiciones suaves que exploran la organicidad de cada eco que resuena en esplendor. El encuentro performático tiene una duración de una hora con once minutos, permitiendo que cualquier ánima en contacto con la obra pueda resonar de forma íntima y auténtica con esa selva mecánica, con ese despejar de telarañas.